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Moda para muertos

Desde el ataúd más sencillo por 90 dólares hasta lujosos féretros por 3.000, la “última moda” puede ser, literalmente, la última que luzca una persona.

Domingo 08 Febrero 2015 | 09:52

 El costo de morir se abre en un abanico de opciones como este cofre que en lugar de un vidrio tiene un acrílico transparente capaz de resistir a quien se apoye a llorar sobre el féretro. 

Como si fuera la suite de un hotel, a este cofre lo llaman “presidencial”.

Cuesta 1.500 dólares y su madera de teca está adornada con un lujoso tapiz.
“Las agarraderas son de metal y madera reforzada para cargarlo con las manos, no con los hombros”, dice César Moreira, quien lleva seis años en una funeraria.
Señala que en ese tiempo ha visto cómo el mercado ofrece prácticamente todo para diversos bolsillos y gustos.
Evolución. Geovanny Delgado tiene 32 años y desde niño se vinculó al negocio funerario de la familia. Ahora se dedica a los acabados finales de las cajas. “Antes a nadie se le ocurría decorarlos, ahora llevan de todo”, dice, mientras muestra un ataúd con paneles laterales adornados con círculos de vidrio pintados con motivos religiosos.
El lujo no se limita al “último traje”, sino que colma todo el ritual. Gustavo Durán ingresó al negocio funerario hace unos dos años y reconoce que le impresionaron los pedidos de los clientes.
“Quieren las mejores cortinas, que todo combine, las mejores luces, las mejores canciones, las mejores alfombras”, cuenta.
Servicios exequiales consultados han atendido requerimientos como música de los ‘80 en vivo durante el sepelio, velatorio con decoración de un equipo de fútbol o de personajes como el Che Guevara, uno pidió que el coro interprete exclusivamente música de Marco Antonio Solís.
Tranquilidad. El rostro de 
Gladys Guangasi luce cansado, pero en paz. Vestida de luto total relata que su única preocupación fue acompañar el cuerpo de su madre Beatriz Bocancho, quien falleció el lunes por complicaciones diabéticas.
“Estoy muy agradecida, ellos se han hecho cargo de todo”, cuenta con un semblante de reposado dolor, sobre el servicio exequial que contrataron.
Rosa Olga Bardellini, propietaria de una funeraria, dice que lo que se busca es atender de forma integral todas las necesidades del cliente.
En el mercado local priman los “combos”, que suman o restan servicios como preparación del cadáver, ataúd, velación (en casa o alquilando una sala), refrigerios, coro, carroza y más. Los precios varían según la cantidad y calidad de lo ofertado.
“En Quito o Guayaquil los velorios son rápidos, descomplicados. Aquí la tendencia es la personalización”, observa Viviana Sáenz, quien gerencia una empresa de servicios funerarios y cementerio privado.
“Son homenajes que la familia desea hacer como última despedida y nosotros estamos para ayudarlos”, señala.
 
 Cambios. El diminutivo le ha quedado aunque ahora tenga 35 años. Lo llaman “Oswaldito, el rezador”.
Oswaldo Leones ha dirigido rosarios en velorios desde que tiene ocho años. Vive de eso, realizando entre 20 y 30 intervenciones por semana. Reconoce que notó que algo había cambiado cuando hace pocos años escuchó a alguien decir “Mira, buena caja lleva el muerto”. Lleva más de 20 años orando por las almas de los difuntos y confiesa que nunca había escuchado que alguien se fijara en eso. 
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