Actualizado hace: 930 días 6 horas 19 minutos
Josefina Viteri Mendoza
Fernando

La aurora rasgaba las tinieblas de una noche que no tuvo relojes para detener la voz y la armonía de una guitarra ebria que evadía los guiños de la muerte. “La Casa de Fernando”, estaba de fiesta, luces de diciembre, guirnaldas de colores y una voz sutil con arpegios musicales cantaba esa vieja melodía que recorría un montón de años compartidos entre tertulias y bohemias, es que era la última jornada del maestro, artista, soñador y quijotesco que creció convencido de que cantar era la más perfecta filosofía del vivir. Así, conocí a Fernando Flores de Valgaz Loor, un caminante que construyó su propio sendero desde diversos escenarios, que pudo interpretar las más sentidas necesidades del alma, que entendió la maravillosa sensación de ser como aquellos mecenas que protegen la continuidad de saberes; por eso fue incansable en la enseñanza, no midió el horizonte de sus ansias, fue promotor de proyectos y estaciones con lo que quiso perennizar sus sueños.

Viernes 30 Enero 2015 | 04:00

Fernando empoderó una actitud colectiva del arte que lo condujo por una plena realización, cultivando las expresiones de cultura popular, investigando las teorías del montubio y del folklore, desentrañando del imaginario de la gente esos espacios subliminales de lo oculto, que se siente, pero que a veces no se lo dice. Tuvo percepciones apasionantes sobre desarrollo comunitario, eso lo demostró en charlas, seminarios, encuentros  y la cátedra en la formación docente. Avizoró el currículo de la Cultura Estética, como principio fundamental del desarrollo del talento humano, por ello desde el GAD- Chone emprendió la grande tarea de formar promotores para talleres de arte; creó una visión musical diferente desde Ariel,  fue artífice de grupos musicales como Carapashow, tríos, rondalias, Coro Ciudad de Chone, solistas y valores que se han proyectado a nivel nacional e internacional.
Fernando contribuyó  en todas las propuestas educativas, culturales y de proyección y vinculación a la sociedad a las que fue comprometido. Creyó en el potencial chonense, que le acreditó ser ponente de importantes temas de  desarrollo sostenible congruente con el acervo cultural nuestro. Excelente motivador porque utilizó el poder de la palabra y la vena artística que fue el ADN de sus múltiples ensueños.
Fernando fue ese personaje distraído y persistente, que sumaba paradojas a su vida, un niño a veces que disfrutaba de una broma o de tantos puntos suspensivos…, pero que alzaba su tono  también en la protesta. Yo creo, que simplemente fue un ser humano extraordinario, revestido de emociones, deliberante, perfectible y  generoso que anduvo buscando  puertos para anclar sus ansias. Mas, hoy su voz y su guitarra están en la vitrina del silencio, quizá hilvanando  un nuevo calendario para regresar en el concierto de la noche y cantarle a la luna sus secretos en el parnaso azul del firmamento. Hasta pronto amigo entrañable.
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