Una granada lanzada por el ejército peruano cayó justo frente a ellos, pero en lugar de explotar en miles de fragmentos mortales se hundió en un agujero fangoso y se llenó de agua que amortiguó el impacto. Fue el momento que más de cerca le vio la cara a la muerte.

Este combatiente de la Guerra del Cenepa recuerda en su casa, en la parroquia Riochico, 20 años después, vívidamente sus peripecias como suboficial segundo en la Compañía de Operaciones Especiales Número 23 Iwias.

“Fue una época donde todos demostramos un fervor patrio por la defensa de nuestro territorio”, señaló este militar retirado que ahora tiene 69 años.

SUSTOS. Narciso Álava ahora vive en la ciudadela Los Olivos. Cuando lo movilizaron del Fuerte Militar Manabí a la frontera era sargento y estaba a cargo de las comunicaciones. Él recuerda que llegó a estar frente a frente con los tanques de guerra ecuatorianos frente a sus similares peruanos. Si hubiera existido un combate hubiera sido de grandes proporciones, pero en ese tramo de frontera, más hacia el sur, no ocurrió.

Su esposa Beatriz García se quedó llena de temores, los cuales se acrecentaron cuando supo la imprecisa noticia de que uno de los militares que se había movilizado desde Manabí había muerto luego de un accidente con un vehículo blindado.

“No sabíamos quién era, no había nada de información”, recuerda esta madre de familia sobre los momentos de angustias que le tocó vivir.

De los combates que duraron poco más de un mes y que provocaron una treintena de muertes en Ecuador y casi el doble en Perú, Fernando Gaibor recuerda que fue un momento en que los soldados pudieron demostrar su valentía.

Este militar retirado rememora que cumplía la labor de artillero y que también podían ser blanco de granadas de 90 milímetros que se usaban por ese entonces y que tenían un radio de acción de unos 200 metros, suficiente como para causar un gran daño al enemigo.