Es innegable la importancia del café como cultivo tradicional, de enorme influencia económica y social en el convivir nacional, cierto es que ha tenido vaivenes de precios propios de un producto sujeto a la cotización del mercado internacional que obedece a los cambios de la oferta que en ocasiones va más allá de los requerimientos mundiales, aun cuando es posible aumentar el consumo de su aromática bebida, pues existe una gran distancia entre el mayor Finlandia con 11,9 kilogramos por persona y por año y Rusia con sólo 1,2, aun así sobresale entre los compradores emergentes cuya demanda crece. De los latinoamericanos Brasil, Honduras y Costa Rica son los de mejor comportamiento mientras que Ecuador señala sólo 0,66 kg/año. Informaciones recientes aseveran que para el período cafetero 2015-2016 se daría un déficit de abastecimiento, resultante de la severa sequía que ha mermado la cosecha brasileña, mientras que las necesidades restantes del lapso 2014-2015 se cubrirían con las reservas que aún mantienen los exportadores.
De acuerdo con los datos constantes en la página web del COFENAC, cuya extinción ha sido aprobada recientemente por el Legislativo, en Ecuador existen 199.215 hectáreas de café, descompuestas en 62.830 de Robusta y 136.385 Arábicas, plantaciones que adolecen de enormes deficiencias, entre las que se destaca la edad avanzada, pues en su mayoría, 150.000 Has datan de cuarenta años o más, siendo urgente su renovación o reemplazo por líneas mucho más productivas, que felizmente ya han sido identificadas y probadas con éxito en nuestro medio, pues algunas han sido introducidas de otros lugares de más avanzados programas de investigación y mejoramiento genético.
Es por este hecho que se ha visto con satisfacción los planes gubernamentales de reactivación cafetalera, consistentes precisamente en la sustitución de los actuales plantíos con especies de más altos rendimientos, mejor calidad y resistencia a enfermedades, que determinará un incremento de productividad que va a favorecer a miles de campesinos que viven directa o indirectamente de ellos, a las industrias que requieren el grano como materia prima y a toda la Nación por la reducción de las importaciones y el egreso de divisas que ello implica, propuesta que incluye ayuda económica directa a los agricultores que opten por esta saludable medida. Estas acciones serán positivas siempre que la comercialización sea normal y remunerativa para todos sus actores, aun cuando implique como en Colombia un justo subsidio que evite a los cultivadores lamentables pérdidas.
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