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Crónica del día
La calle es su casa

Sus manos tiemblan, apenas puede sostener una tarrina que está casi vacía.

Viernes 19 Diciembre 2014 | 09:15

Camina cojeando y muy lento apoyándose de un palo de escoba, la mochila que lleva en su espalda lo vuelve corcovado.
Tiene 76 años de edad, su nombre es Manuel Cusquilla.
Son las dos de la tarde y ya lleva “trabajando” cuatro horas. Está un poco preocupado porque no ha reunido muchas monedas, ese es su tormento.
Se dedica a pedir dinero en las calles de Santo Domingo, y a pesar de su condición también se aventura a pararse en las avenidas principales, arrimándose a los carros para que los conductores de buen corazón le apoyen.
“Esta es mi vida señor: no tengo familia, vivo solo. 
Sólo conozco a un hermano que vive enojado de ganitas. Yo soy de Ambato y llevo pocos días en Santo Domingo. Siempre vengo por acá y donde quiera sé pedir.
Casita de pobre tengo, cuando llueve por donde quiera se pasa el agua, mi vivienda es viejita, de madera. No tengo hijos señor, por eso vengo para ganar alguna cosita. Soy cuatro veces operado de la vesícula, recién hace unos meses fue la última. Por eso no puedo trabajar, ni estar en la casa, no puedo cargar nada, peor cosas pesadas. Que pase lo que Dios quiera”, expresa con resignación.
Cuenta que después de ir a un hospital se hizo operar en una clínica. “Ahí me ‘jalaron’ plata, me sacaron dinero del banco, pero aún me falta cancelar”.
Según indica debe depositar 3.600 dólares. “Me cobraron de dos operaciones y ahora me toca trabajar, para eso estoy andando por las calles”, señala indignado Manuel.
Su vida cambió, antes labraba la tierra, pero por cuestión de salud debió abandonar sus labores y echarse al mundo de los mendigos.
Manuel pasará la Navidad solo, para él la noche del 24 de diciembre será como todas.
“Pasaré agradeciendo a Dios”, expresa aunque ya tiene su regalito. “Es una olla para cocinar que tanto me hacía falta, me la compré en el mercado”, dice sonriente.
Él necesita ayuda, aunque se ha cansado de pedirla, siente que la vida le cierra las puertas. “El año anterior un señor, una autoridad, me ofreció ayuda pero hasta ahora nada”.
Pero no se queja de sus “clientes”, asegura que los transeúntes y conductores le llenan la tarrina, aunque tenga que esperar algunos días y noches.
Es creyente a Dios y a la Iglesia, en eso es muy respetuoso.“Siempre hay que andar con respeto”, considera.
Cuando llega la noche Manuel se acomoda en una banca o en un rincón de la Terminal Terrestre de Santo Domingo, ahí duerme, no porque quiere o eligió, no hay dónde más, dice.
Asegura que no tiene dinero para pagar el arriendo de un cuarto. “ Mucho quieren cobrar” y debe conformarse con una “cama” dura y fría.
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