Valeria es una de las jugadoras con mayor experiencia en el equipo tricolor. Hace 10 años que juega al fútbol y lleva 8 en la “Tri” (desde categoría juveniles hasta mayores). Ella forma parte de la plantilla del club Rocafuerte, con el que salió bicampeona en el campeonato nacional femenino de esta temporada. 

La manabita sonríe al recordar que curiosamente debutó en la Copa El Diario, un torneo donde juegan varones, pero ella fue la excepción. Participó en algunos partidos con la selección de Portoviejo. “Al principio sentí vergüenza; después me divertía y me sentí cómoda. Me encanta el fútbol”, señala Valeria. 

Por ahora la seleccionada tiene dos sueños: llegar al Mundial Canadá 2015 y ser una ingeniera Civil. 

Valeria cursa el séptimo semestre de esta carrera y dice que no va a dejar sus estudios “por nada del mundo”. Así como también ve cerca el anhelo de ser convocada para la cita mundialista del próximo año. 

Para la familia Palacios Mendoza es un orgullo que Valeria esté en la palestra nacional. Sus padres, hermanos y demás familiares la apoyan en todo.  

A mi abuelo le encantaba el fútbol y eso fue un plus para que desde pequeña jugara. A mis padres al principio no les gustaba que yo entrenara. Pero hasta que llegó mi tía Esther, me compró los primeros pupos y desde ahí estoy más involucrada en el fútbol. Ella me llevó a entrenar al Cristo Rey, donde entrenaba con puros varones. Los profesores eran Stalin Vera y León Pincay.

Mi primera convocatoria fue en el 2005. Tenía 14 años y me llamaron a la Sub-20. Esto inició con un partido en el Reales Tamarindos contra la selección de Ecuador. Yo jugaba en un equipo conformado por jugadoras de los colegios Manabí Tecnológico e Informática. Hice un gol de media cancha que me catapultó a la “Tri”. 

Tal vez siempre lo soñé, pero esos sueños se veían truncados por cierta falta de apoyo. El fútbol femenino en el país debe tener más patrocinio. 

Desde antes del partido había optimismo. Siempre supe que íbamos a ganar. Aunque no jugué, pero en el Mundial sí lo voy a hacer. 

Total euforia en la cancha, pero llegamos al hotel y nadie lo podía creer. Unos periodistas que estaban allí decían: “Festejen, muchachas”. Y nosotras respondimos: “No lo creemos”. Ya en Ecuador, todo fue diferente. Aquí se sintió lo que en realidad habíamos conseguido.