Esa era la frase con la que iniciaba “El Chavo del 8”, acompañada con un fondo musical, que no es más que la Marcha Turca de Beethoven, editada por el francés Jean Jacques Perrey.  

Desde ese instante me trasladaba a la bonita vecindad.

La genialidad de Roberto Gómez Bolaños para brindar humor a los televidentes a través de ocurrencias inocentes, desbordaba límites de audiencia. Y en la actualidad lo sigue haciendo.

Quico, Don Ramón, La Chilindrina, Doña Florinda, Doña Cleotilde, el profesor Jirafales, Ñoño, el señor Barriga y el infaltable Chavo nos dieron los mejores momentos de nuestras infancias y ahora es el turno de nuestros hijos, que “sin querer queriendo” van a llorar cuando el chavito se quede sólo en la vecindad porque todos se fueron a Acapulco.