La esencia de este “yihadismo”, el que se está afincando en Occidente, en los últimos días tenemos los dos casos de Canadá, consiste en morir matando, en una supuesta inmolación “premiada” con el paraíso.
Si bien es verdad que destacados dirigentes religiosos del mundo islámico han insistido, al menos desde que surgió el Estado Islámico, en que el Islam auténtico nada tiene que ver con el terrorismo islamista, también lo es que el requisito indispensable para alistarse en estas bandas de asesinos es la conversión a ese otro Islam violento capaz de seducir a algunos jóvenes occidentales. La raíz de este fenómeno, hay que encontrarla en el vacío de valores.