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Crónica
Prepago, el riesgo de la explotación sexual

Conocí a Patricia hace seis meses. Estaba en la universidad. Era uno de esos días en que los profesores no llegan a clases y los estudiantes parecen deambular sin destino.

Viernes 14 Noviembre 2014 | 09:16

Ella es una chica guapa, de ojos claros y piel canela. Siempre regia, siempre linda. Tiene en su rostro ese aire de diva criolla. De esas jóvenes que siempre están a la moda y llevan en su bolsillo la última versión del iPhone o Galaxy.  
El tiempo pasó y meses después, cuando investigaba sobre la vida de las “prepago” (mujeres que se prostituyen en forma ocasional), su nombre llegó a mis oídos nuevamente.  
Patricia envió un correo en el que contaba su paso por este ambiente y textualmente esto fue lo que escribió: “Hay una agencia en Guayaquil que se llama Pl… Cambian y aceptan chicas cada cinco meses. Hay rutas en Chone, Manta y Portoviejo, es una sola, Guayaquil, Quito, El Carmen o Santo Domingo. 
Te contratan una hora con taxi de puerta a puerta, 260 dólares es el pago, se tiene dos clientes por semana. Las pruebas son en Guayaquil. 
Los clientes son tipos de categoría. Para ser cliente es un proceso, hay que llenar una ficha médica. Igual las chicas, deben acceder a chequeos ginecológicos mensuales, exámenes cada seis meses para ver si usas drogas. A los clientes no se les puede dar el número telefónico ni el nombre verdadero. Tampoco se puede hablar con ellos. 
Al leer las primeras líneas del e-mail recuerdo haber pensado en eso la primera vez que la vi, pero no, qué va. En ese entonces dije que seguramente ella no tiene porqué recurrir a aquello. 
Seguí leyendo el correo y el relato parecía el de alguien que buscaba trabajar en una agencia de modelos. Hay muchas exigencias. Es que al final a las “prepago” las captan como damas de compañía, modelos o masajistas y los requerimientos son varios.
“Antes de empezar a trabajar debes de ir una semana a Guayaquil para recibir clases de etiqueta y protocolo. Allí verifican si tu look es el adecuado. La vestimenta debe ser como dama fina. La lencería siempre en conjunto. Ojo, y debes de estar depilada. Cuando vas a las citas te fotografían desnuda con el rostro descubierto, te tratan bien”, relataba.
La experiencia de Patricia fue corta, pero su historia se repite en muchas mujeres que han ingresado al mundo de las “prepago”.
En la web se puede hallar más de 30 páginas de empresas que ofrecen este tipo de servicios en Ecuador. 
Un agente de la Dirección Nacional de Policía Especializada para Niños, Niñas y Adolescentes (Dinapen) manifestó que siempre monitorean estos sitios, pues en ocasiones sirven de contacto para reclutar a menores de edad y para la trata de personas. 
“A veces las engañan y se las llevan a otras ciudades para explotarlas, les dicen que les dan apartamento y dinero, pero a veces no les entregan nada”, indicó. 
El policía dijo que los padres deben tener más control con sus hijas, a veces por las amistades que tienen llegan a pertenecer a estos grupos. 
Un informe realizado por la Fiscalía General del Estado (FGE), publicado en su revista N° 27, detalla que el 48 por ciento de las víctimas de trata de personas (antes trata de blancas) fue captado de forma violenta: secuestrada en la calle o a la salida de sus lugares de estudio o trabajo.   
En el 35 por ciento de los casos registrados en el 2013, la víctima fue seducida con la oferta de un empleo estable y bien remunerado, por enamoramiento o por promesa de una beca de estudios. El informe agrega que otro seis por ciento fue sometido bajo amenazas contra la vida de sus familiares; y un once por ciento fue captado por otras formas de coerción.  
Francisco dice que conoce de cerca el negocio de las “prepago”.
Él cuenta que Natalia, de 23 años, una de ellas, estudiaba en una universidad cuando la conoció.
Ella salía de su casa como siempre. A las 18h00 emprendía su jornada estudiantil. Sin embargo, a las 19h00 hacía un paréntesis en las clases y empezaban sus tres horas “laborales”, pues a las 22h00 debía llegar a casa.
Francisco manifiesta que luego de pagarle los 30 dólares que costaban sus servicios, ella comenzaba a hablarle de su vida.
Natalia tenía dos hijos y un esposo que no le ayudaba con el dinero de la universidad, por lo que tenía que trabajar de esa manera para solventar el gasto.
Francisco contrató los servicios de Natalia por varias ocasiones durante un año. Luego de este tiempo, no la volvió a ver más.
Natalia y Patricia (la persona con la que empezó la nota) tal vez no se conozcan, pero sus historias se parecen. Después de leer el correo donde describía su experiencia en un sitio “prepago”, averigüé un poco más de su vida. Una amiga cercana a ella dijo que lo suyo no era un arrebato, que intentó ingresar a ese mundo porque estaba desesperada. Ella es madre soltera y su hija estaba enferma. Tal vez fue un instante en el que no se analiza. Uno de esos momentos en lo que lo último que piensa es la forma en la que se consigue el dinero.
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