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De desfiles, bastoneras e innovaciones (III)
De desfiles, bastoneras e innovaciones (III)
Por: Childerico Cevallos
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Domingo 02 Noviembre 2014 | 04:00

Las bandas de guerra, marciales o de paz han sido siempre los principales atractivos en los desfiles que se desarrollan en cualquier parte del mundo. ¿Quién no ha sentido en algún momento cierta atracción por ser parte de la banda del colegio, vestir vistosos uniformes con distintivos especiales como charrateras o boinas? ¿Darse lija para atraer miradas del público, tratar de sobresalir en un grupo especial y/o con aspiraciones donjuanescas?

Tuve esa oportunidad en el último año de bachillerato en el sesquicentenario Olmedo de Portoviejo. Y cuánto orgullo irradiábamos los encargados de conducir la marcha de casi la totalidad del colegio, pues en esos años desfilaban todos los estudiantes.
Sin embargo, ya se notaba la necesidad de diversificar los instrumentos: las entonaciones resultaban cansinas y forzadas. Las cornetas demandan soplar para hacer sonidos, mas no emitir notas intercaladas que brinden música, precisamente el fuerte de las bandas del Ejército y la Policía.
Constituyó un paso grande cuando el Olmedo decidió agregar flautistas a su banda, lográndose sumar novedades en la competencia que anualmente se daba con su tradicional contenedor, el Paulo Emilio Macías Sabando.
Si bien con el tiempo las liras, xilófonos y similares han sido agregados, la entonación requerida no llega, excepción de aquellos contados planteles como el Santo Tomás, que cuenta con verdadera banda de música.
Y aquello es lo que -hemos insistido- debe formarse en los colegios: bandas de músicas, con el instrumental del caso y el personal propio entrenado para ello.
Actualmente, con las disposiciones oficiales, estimo, debe ser mucho más fácil, pues las exigencias tienen que ir de la mano  con los recursos para lograrlas.
El cambio hay que empezarlo con dos puntales: la adquisición de los instrumentos como saxofones, trompetas, trombones, entre otras; y la formación musical de los próximos integrantes de las bandas.
En lo primero, ante la prohibición absurda de la autogestión, el gobierno tiene mucho que ver; en lo segundo, la vocación es indispensable, siendo adecuado que se implante la materia de música. Mientras, a mano está la posibilidad de convenio con el conservatorio de la Universidad San Gregorio de Portoviejo.
De ser necesario, volveremos al tema en cualquier momento; pero por ahora, “colorín colorado, este cuento se ha terminado”.
 

 

 

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