Igual la perseverancia, la amistad, el coraje, la fidelidad a la palabra empeñada, entre otros. 

Estas cualidades humanas justifican, promueven y afirman la estima, la confianza y la identidad individual y de una colectividad.

Dentro del espacio temporal de los bicentenarios libertarios que estamos conmemorando, los mismos que se iniciaron el 1° de agosto del 2009 y culminarán el 24 de mayo del 2022, es necesario proponernos como nación, como Estado y colectividad social, algunas metas como la de forjar una ciudadanía consciente en el camino de la construcción de una democracia participativa, para lograr un poder social político ciudadano. 

Esto es, desmontar las estructuras oligárquicas de poder para construir estructuras democráticas en la perspectiva constitucional estratégica del estado social de derechos y justicia.

Y del Buen Vivir.

Desde los albores de los procesos independentistas en Guayaquil, Manabí y la Costa, en general,  la construcción de una conciencia cívica nacional estuvo presente en próceres como José Joaquín de Olmedo, que nos legó el “Alfabeto para un Niño”. 

Es necesario retomar este hilo conductor de la ética y la moral cívica en los años que restan hasta el 2024 y hacia adelante para forjar una nueva generación: 

La generación del bicentenario, con capacidad, patriotismo y coraje para enfrentar los retos de este convulsionado y cambiante mundo contemporáneo y superar atrasos y taras heredadas del pasado.

Olmedo destaca en la primea estrofa de su “Alfabeto” el amor patrio, esto es, el patriotismo que se basa en el reconocimiento de las raíces milenarias, la interculturalidad y la riqueza plurinacional de pueblos y etnias. 

El patriotismo es el amor a nuestras culturas, entendidas estas como un cuerpo complejo de normas, símbolos, mitos e imágenes. 

Conjunto que  penetra en los individuos, orienta sus emociones entre la vida imaginaria que cada uno produce y reproduce.

Y en la que se desenvuelve, modelando su personalidad. 

El amor patrio está sentado en el pueblo, parroquia, provincia, y en  el conjunto de la nación, ya que pese a las diferencias regionales tenemos una historia y unos valores comunes. 

Como lo expresa Rozana Kreimer, el patriotismo apela al amor, a la solidaridad, al orgullo nacional y a la tolerancia, que implica convivencia en la diversidad.

Para las personas como individuos podemos decir, que la práctica de las virtudes es el arte de vivir. 

Para los pueblos la práctica de las virtudes cívicas es el arte de construir una nación.