Este hecho tiene trascendencia inusitada e inédita, porque nunca antes, desde que somos República, un manabita, que resida en la provincia, ha logrado tan significativa nominación. Y es un orgullo ilimitado para quienes conocemos a Patricio desde los lejanos días de la adolescencia, y sabemos de su honradez y dignidad puestas a toda prueba...y proclamar estos valores, en estos tiempos, no es una aventura para quienes sabemos de él desde siempre; más si, un aleteo fervoroso de la magia que encierra abrazarse con la verdad... Y ya sabemos, que para cualquier interrogante, la única respuesta es la verdad...

Pero, ¿qué espera el amigo Patricio Zambrano de esta designación? Me parece que poco y mucho...

Poco, porque será, sin lugar a dudas, una lucha desigual, en tanto y en cuanto se fomentarán campañas millonarias, por un lado; y por otro, la contienda por la razón es siempre difícil. Y más aún cuando nuestros electores, obnubilados como están, poca chance le dan al discernimiento; y la torpeza humana, ya lo sabemos, no tiene límites... De hecho, tal desigualdad no nace de Patricio ni del partido político que lo aúpa. Nace ella del fanatismo imperante, que me recuerda al instante la frase de Pancho Villa: “el que quiera ser águila que vuele, el que quiere ser gusano que se arrastre, pero que no chille cuando lo pisen”. Es decir que, ni aún contando con el apoyo de todos los manabitas (cosa por demás improbable), pienso que su candidatura no volará muy alto, aunque la imaginación se vaya, como ocurre, por caminos desconocidos.

Y mucho, eso si, porque lo van a conocer en todo el país, sabrán de su oratoria, cultura y preparación; y polémico y valiente como es él, de seguro que algunas cloacas malolientes serán destapadas con sus verdades ocultas, y que no está por demás conocer...

Es, de hecho, un honor para la provincia. Y así debemos sentirlo, nos guste o nos disguste...

Y, bueno, por supuesto, yo no soy de esta actividad; pero, como su amigo de siempre, lo menos que podría hacer es exhortar a los manabitas para “que lo asuntemos”.

¡Buena suerte, amigo!