Actualizado hace: 936 días 3 horas 41 minutos
Childerico Cevallos Caicedo
De desfiles, bastoneras E innovaciones

Siempre han sido la atracción principal de las festividades conmemorativas, específicamente de fechas cívicas de las poblaciones del país.

Domingo 19 Octubre 2014 | 04:00

Los manabitas y ecuatorianos han disfrutado permanentemente de estos actos, con masiva asistencia.
Y eran caracterizados por la participación de entidades locales, provinciales; y, no en pocas ocasiones, de otras localidades, que se unían a la celebración de manera muy fraternal.
En Portoviejo se acostumbraba a desfilar el 18 de Octubre, mezclados todos: estudiantes, empleados y autoridades. 
Entonces se encontraban juntitos el mismo día. 
No sólo juntos sino también revueltos.
Las calles se convertían en una feria de colores, resplandeciendo los uniformes, ondeando los estandartes, jugando al viento las notas de las cornetas y el resonar de los tambores. 
Y no había más que alegría. Y en una mezcla de candor y orgullo, los burócratas estrenaban trajes nuevos de lino o casimir inglés.
Marchaban escuelas y colegios de la ciudad, del cantón y con cierta frecuencia llegaban delegaciones de Guayaquil y Quito.
De la misma manera se hacían presente representaciones de las tres ramas de las Fuerzas Armadas: el Ejército, la Marina y la Aviación. Incluso, una sola vez, desfiló la Policía Nacional con representantes de todos sus departamentos, arrancando el aplauso general. 
Y no pocas veces el cielo llamaba la atención al paso de los aviones que raudo cruzaban el cielo capitalino. 
Aquello volvió a verse ayer, vale aclararlo. 
Y los actores marchaban ordenados, marcando el paso al ritmo de las bandas -llamadas entonces de guerra por fuerza de la costumbre, por el estado de inquietud internacional de la época- guiadas por ágiles cachiporreros, los que debutaban enmarcados por una escuadra de bellas bastoneras que hacían las delicias de las gentes estacionadas a los lados de la ruta.
Pero por el empuje del desarrollo, el 18 resultó insuficiente, optándose por escoger la víspera para el desfile de los estudiantes, quedando la propia fecha calendario para que lo hagan las instituciones. 
Y así se mantuvo por años, hasta que llegó la iluminación de la revolución para ordenar lo que consideran paganismo del costumbrismo, para aplicar su moral al exhibicionismo de las bastoneras, al “charraterismo” de los uniformes y al extranjerismo de las bandas.
Y vino el hacha, aquella que la sostiene una sola mano y que sirve para todas las cosas,  gracias al imperio del siglo XXI.
Aquello se lo apreció en los dos días de desfile. Los espectadores se quejaron por la ausencia de uno de los mayores atractivos de estas paradas cívicas y militar, como son las bandas, que constantemente hemos venido opinando deben ser musicales para subir su calidad y capacidad de interpretación de los diversos tipos de música, dejando de lado las cansinas y tediosas marchas inventadas por sus instructores criollos.  
Pero eso es materia de otro escrito, porque con este bizcocho será hasta las ocho.
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