La manifestación de apoyo de Portoviejo a  la insurgencia contra la colonia fue aprobada por la colectividad, una vez que  se diera a conocer, en cabildo abierto, el escrito enviado por el prócer guayaquileño José Joaquín de Olmedo, informando la rebelión contra el yugo español.

El acto no tuvo nada de épico ni fue una demostración de fuerza a recordar, porque su trascendencia estriba en el coraje para liberar, en época de represión y miedo, el espíritu de rechazo al mando opresor.

Y a la necesidad de administrarse a sí mismos, en el ejercicio de sus derechos a las libertades innatas del hombre, bajo la premisa de aquellos preceptos que surgieron en la revolución francesa, casi treinta años atrás, de Libertad, Igualdad y Confraternidad.  

Ese es el valor a recordar, ese es el mensaje a repetir, basados en la defensa al respeto al hombre, a su voluntad de actuar, a su derecho al trabajo, a sus costumbres, tradiciones y religiones; a su derecho a escoger democráticamente a sus mandatarios y poder expresar libremente sus opiniones sobre estos, sin miedo a la represión.

Eso es lo festivo de recordaciones como la de hoy. 

Feliz día, Portoviejo.