Actualizado hace: 935 días 19 horas 42 minutos
La insignia roja  Del valor (II)
La insignia roja Del valor (II)
Por: Childerico Cevallos
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Domingo 12 Octubre 2014 | 04:00

Por los cientos de años de voluntaria y benemérita presencia, los cuerpos de bomberos del país deberían ser emporios de conocimientos y destrezas en cuanto a los métodos y formas de atender las emergencias.

Cito como por ejemplo: rescate en tierra y en agua, en el combate al fuego en la ciudad y en el campo, en las tragedias aéreas, en la atención paramédica, principalmente, porque el concepto actual de bombero es ese, una de las bases del invalorable triángulo de seguridad que forman junto con la Policía Nacional y la Cruz Roja.
Como institución no ha desaparecido por la fe inquebrantable de sus integrantes, a pesar que permanentemente ha sido mermada en su importancia, desconocida en sus necesidades y exigida en sus intervenciones.
Si bien aquello ha mermado  la decisión ciudadana de ingresar a formar parte de sus filas, no es menos cierto que la voluntad se mantiene latente.
Especialmente en los jóvenes, lo que haría posible su vigorización a medida que crezcan las atenciones que los gobiernos le presten.
Es que es un orgullo vestir la casaca roja, esa prenda de servicio que legendarias legiones de hombres y mujeres han exhibido como demostración de amor a la humanidad en la protección de vidas y bienes ciudadanos.
Vida y bienes ciudadanos que, en realidad, dependen de la política de gobierno, porque la tendencia es a la profesionalización, concomitante con los avances tecnológicos y la ciencia estructural.
Y es en esa línea que debe atenderse la preparación académica de los bomberos, sin descuidarlos como institución y como personas.
Sin embargo, en la mayoría de cantones del país la realidad del bombero está pintada con tiza que va borrándola el tiempo, cuando debería estar escrita con tinta indeleble.
La situación es palpable en cualquier ciudad fuera de Quito, Guayaquil o Cuenca, y de alguna manera, en Manta y Portoviejo, localidades en las que se desenvuelven en mejor situación.
Hay que verla en las cientos de unidades bomberiles restantes y dispersas en la geografía nacional y provincial, donde éstas sobreviven en condiciones de pobreza, en algunos casos extrema, parecida a la miseria, solo de la mano del sacrificio permanente. Actualmente el destino de los bomberos está dirigido a ser parte de las municipalidades, lo que no es una esperanza de cambio, porque son momentos en que los gobiernos cantonales están siendo colmados de competencias, pero sin los  suficientes recursos que les den equidad en las responsabilidades.
En estas circunstancias, esperamos que las situaciones de los departamentos contra incendios en el país puedan lograr alguna consideración mayor, que evite que los “traga humo” vayan al combate del fuego armados únicamente con su valor y espíritu solidario, heredados de sus antepasados, como crisoles de humildad y de inmarcesible patriotismo.
La sociedad tiene con ellos una deuda que debemos empezar a pagar, para honrar a los héroes que visten la insignia roja del valor. 
 
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