Después de 17 años como secretaria, la empleada tomó valor y le dijo a su jefe que necesitaba que le pague por lo menos el sueldo básico y la afilie al Seguro Social.
Él respiró hondo por la petición inesperada. La respuesta la dejó a ella sin reacción: “No voy a pagarte más ni afiliarte, si quieres renuncia y demándame”. Ese día se rompió la amistad de muchos años.
Ahora todo está en su sitio, él es el jefe y ella sólo la secretaria. No hay más camaradería. Él apenas la toma en cuenta. La decisión del jefe no tiene nada que ver con alguna crisis económica. El negocio nunca ha estado mejor. El culpable de todo es Correa. El jefe no lo traga. Si algo hace bien el Gobierno, busca la quinta pata del gato para criticar; si algo falla, no duda en seguir pegándole en el piso.