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REELECCIÓN INDEFINIDA: ENSEÑANZA HISTÓRICA
REELECCIÓN INDEFINIDA: ENSEÑANZA HISTÓRICA
Por: Mauro Guillem Zambrano

Sábado 07 Junio 2014 | 04:00

En la vida republicana del Ecuador, los intentos por perpetuarse en el poder de parte de presidentes en ejercicio del mandato, tienen 2 antecedentes históricos: 1.-La constitución de 1843, llamada “la carta de la esclavitud”, permitió la reelección por tercer periodo, segundo consecutivo, del general Juan José Flores en los inicios de la república.

A finales de su segunda presidencia   (1839-1843), en su ambición de continuar como mandatario, reunió una Asamblea Constituyente con sus correligionarios, dictó la nueva Constitución, en la que  se aumentó de 4 a 8 años el periodo presidencial  y esta misma Asamblea lo designó presidente. 
El hecho desató levantamientos armados que dieron como resultado lo que conocemos como “revolución Marcista” de 1845, que desplazó del poder al mencionado Flores. 
2.-En la segunda presidencia de García Moreno, (1869-1875), el tirano modificó la Constitución para reelegirse, en lo que se dio en llamar “la carta negra” de 1869.
Lo convertía en amo del consejo de gobierno, en elector de los magistrados del poder Judicial, en dueño del Congreso, ampliaba el periodo presidencial a 6 años,  reelegible indefinidamente e implantó la pena de muerte para delitos políticos. 
Fue exitoso en términos electorales, ganó la elección para un tercer periodo, pero no pudo posesionarse porque fue ajusticiado por jóvenes liberales radicales. 
A diferencia, radicalmente opuesta, las constituciones de 1897 y la de 1906 bajo la égida de Eloy Alfaro, otorgaron derechos y libertades a nuestro pueblo y no  buscaron la reelección indefinida del presidente, sino pasando 2 periodos presidenciales.
Igual que la de 1830 con la que se fundó Ecuador. Alfaro institucionalizaba la república con la existencia de poderes independientes y en democracia. 
Ese es el legado de Alfaro.  Intentar modificar la constitución hoy en día, para beneficiar a dignatarios en uso del poder,  a más de ser anti-ético se constituye en un acto perverso, contrario a la interpretación de nuestra historia y a la consolidación de la democracia.
¡Democracia sí, reelección no!
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