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Mundial
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Por: Isabel Vinueza García

Jueves 05 Junio 2014 | 04:00

Nos solidarizamos con nuestros hermanos brasileños ante el exacerbado gasto - 66 mil millones de dólares promedio - despilfarro e insolvencia moral, para solventar una dis que fiestas. Sus líderes han dado prioridad al lujo, a la opulencia y el vicio, idea infrahumana que destierra y discrimina a su propio pueblo, botándolos de sus propias casas para dar cabida a una fiesta superficial. Se desdibuja la esperanza y la voz de los que no tienen voz, queda como una secuela en el aire.

Esto no solo es una ofensa y humillación  al pueblo brasileño, sino también una afrenta a los más pobres del mundo, a aquellos que no tienen  alimento, ni vestido, ni casa etc. Para unos el sufrimiento ya llegó, para otros está por llegar, pero irónicamente le llaman fiesta.
Ya lo dijo alguien: “El fútbol es el opio de los pueblos”. Me pregunto, acaso la gente vive tan amargada, tan infeliz porque para ellos es la droga que los hace feliz. Lástima, pero lamento tener que decirles que el fútbol no tiene nada que ver con la felicidad; es más,  aquellos adictos pueden salir más amargados e infelices y hasta matándose de la tristeza que puede desencajar este tipo de vicios. La felicidad tiene otros matices a millas de distancia de que ellos llaman celebración.
Lamentablemente con esta juerga falaz mucha gente deja de trabajar, no atiende a los suyos, las entidades públicas hasta llegan a cerrar se olvidan de todo lo que tienen que hacer. Esto hace que los pueblos en vez de avanzar vayan en retroceso. Hay un atiborrado hostigamiento con esa vil propaganda del mundial, carroña fiesta que se ha convertido en el sobaco del mundo; cortina de humo que no podrá tapar jamás la necesidad de un pueblo hambriento, carente de todo un abanico de servicios básicos.
Ojalá la fiesta fuera para declarar un mundo lleno de igualdad, de solidaridad, sin pobreza ni delincuencia; pero se olvidan de lo mejor de las verdaderas razones de vivir y ser feliz, con un camuflaje nefasto que ya ha perjudicado a millones de personas. Un vicio que desencaja en todo tipo de drogas,  gasto, enfermedad y muerte.
¿Cuándo los inmisericordes gobiernos aprenderán a meterle un gol a la pobreza? Para los que hacen del fútbol un negocio y un trabajo está bien. Pero a todos aquellos gobernantes patéticos que han tenido la oportunidad de ayudar y servir a su pueblo y no lo han hecho, sino que por el contrario han usurpado y despilfarrado sus recursos, a ultranza les llegará vertiginosa su hora, cuando ni con todo el dinero del mundo podrán aplacar su barbarie.
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