Era el segundo día de su expedición por el cementerio central Emilio Lorenzo Stehle. 

Las referencias que tenían de la morgue fue lo más atractivo para ir en busca de más historias que sólo podrían “captarlas” durante las noches.  

Antes de que ingresen uno de los guardias del cementerio les dijo que a raíz de que cerraron el lugar las luces se prenden y apagan, se abren las llaves, se escuchan lamentos, piden ayuda. “Nos da miedo vigilar por aquí”.

El frío y la oscuridad se conjugan con el temor que invade a los exploradores. 

Cada vez están más cerca. Mientras se aproximan encienden una filmadora, porque no quieren perderse ningún detalle.

Al llegar inspeccionan la morgue. Todo marcha bien, se siente tranquilidad y armonía.

Esperan, pero no pasa nada. Decepcionados por no haber visto o escuchado alguna presencia extraña se retiran del lugar.

No se van del todo desanimados, les queda la esperanza de que la cámara haya captado algún fenómeno paranormal.

En casa y ansiosos empiezan a revisar cuidadosamente la filmación. 

En el momento menos esperado una carcajada les sorprende. Repiten la escena y vuelven a escucharla. 

Pero, lo que realmente les llamaría la atención es la figura de una luz en forma circular, que se la asocia con un espíritu. 

Así pudieron comprobar que nunca permanecieron solos en el cementerio y que realmente estuvieron rodeados de fantasmas y de risas macabras.