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Conociendo la vida  comprendemos la muerte
Conociendo la vida comprendemos la muerte
Por: Bernardo Avellán Vélez
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Martes 03 Junio 2014 | 04:00

Con el fin de vislumbrar la naturaleza misma de la vida, de la efímera existencia humana y sus designios, debemos comprender primeramente el contexto natural e inexorable de la muerte, ya que la misma es la única certidumbre de nuestra existencia.

Todo lo que esté salpicado de vida en el universo tiene su epílogo frente al implacable trazado del tiempo.
El motivo de la vida humana es crecer y desarrollarnos en todos los contextos de la mente y el espíritu. Estos atributos superiores, no lo poseen los animales, sin embargo, ellos también nacen, crecen, se reproducen y mueren.
Nuestra existencia terrenal es una circunstancia temporal, limitada. No obstante, venimos a la tierra con una coyuntura proverbial, la de ser partícipes de la vida en el afán del progreso mental-espiritual, que nos convertirá en criaturas humanas evolucionadas.
Sabemos que lo opuesto de morir es vivir, pero en tanto que ambas ideas carecen de acción, para estar en la vida es necesario nacer, de la misma manera que para estar en la muerte es necesario morir, pero todavía nuestro origen individual no proviene del nacimiento, sino de la gestación, y la muerte no finaliza con el fallecimiento sino con la expiración, pues ambos sucesos transcurren en un instante.
Por lo general el hombre común aborrece y teme a la muerte. Viviendo frenéticamente la vida, como si nunca fuera a morir, y muriendo sin tener la mínima idea del por qué nació. 
Así pasamos por este mundo terrenal, existiendo bajo la mecánica de las circunstancias, olvidándonos de la realidad de la muerte, pensando que la vida es un eterno agasajo. 
Para el hombre natural, el lapso medio de vida terrenal (80 años) es efímero, no así para el espíritu, que oscila y se enarbola en la soberanía del infinito. El espíritu no conoce límites temporales, ni espacio, ni tiempo, este se funde con la esencia infinita de la Divinidad... Por este motivo, la inmortalidad es incomprendida por la criatura humana, pues nuestra razón no logra entender el carácter inmutable y perdurable de la naturaleza espiritual.
Los partidarios budistas y taoístas de Oriente ven la vida como un sueño, una ilusión, y la muerte como un soñado despertar hacia la verdadera liberación, la inmortalidad espiritual. Según la opinión metafísica, un inmortal es alguien que, tras desplegar al máximo todas las posibilidades de su cuerpo y su mente, tras desechar las pasiones y erradicar hasta los más sencillos e inofensivos deseos vanos, ha alcanzado una existencia libre y espontánea; es un ser tan próximo a la perfección que su cuerpo no es más que un receptáculo del más puro espíritu. La muerte, cuando venga, solo será para él como desprenderse de un vestido gastado. Ha ganado la vida eterna y está preparado para zambullirse nuevamente en el vasto e ilimitado océano del espíritu.

 

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