Hace unos seis años en el grupo de guacamayos azulamarillos asilados en el centro de rescate de la Universidad Técnica de Manabí (UTM) pasó una trágica coincidencia: dos hembras se quedaron sin sus parejas.

Era el 2008 y una guacamaya (a la que por error su dueño había llamado Mateo, creyendo que era macho) perdió a su pareja, quien murió electrocutado en los reflectores del estadio Reales Tamarindos.

Otra, a la que nadie le ha puesto nombre, perdió al macho con el que anidaba, en un ataque de abejas asesinas.

 

SOLAS. La doble tragedia las dejó prácticamente solas. Por esos días ninguno de los otros miembros de su especie se aventuraban a volar lejos del centro de rescate, únicamente ellas dos.

Compartieron la búsqueda de frutos, comenzaron a frecuentar otros árboles y finalmente se instalaron juntas en el tronco de una palmera seca frente a la que es conocida como la “segunda puerta” de la UTM, a pocos metros de las instalaciones de la carrera de Educación Física.

 

TESTIGOS. Carlos Solórzano, veterinario del centro de rescate y quien contó esta historia, dice que ahora que hay otros machos en el lugar ellas los rechazan. “No dejan ni que se acerquen”.

Luis Delgado y Kléver Sánchez son guardias de la UTM en la segunda puerta. Las ven a diario y conocen su rutina.

Luis cuenta que se levantan a eso de las 06h30, salen a buscar comida y pasan todo el día fuera. A eso de las 18h30 se guardan a dormir. “Salen y regresan juntas. Nunca se separan”, narra.

Kléver dice que cuando los estudiantes se paran a tomarles fotos ellas parecen disfrutarlo. “Abren las alas, como que se abrazan”, cuenta. 

Eduardo Cárdenas, alumno de Auditoría, las ve siempre y se sorprendió cuando este reportero le contó que ambas eran hembras. “Juraba que eran macho y hembra, actúan como una pareja”, dijo.