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La verdadera  amistad…
La verdadera amistad…
Por: Melvyn Herrera
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Lunes 21 Abril 2014 | 04:00

“La amistad es una sinfonía que se la toca con dedos de seda y en una lira que tiene cuerdas de oro”. Esta bellísima definición de la amistad no la dijo Sócrates ni otro filósofo de la antigüedad; la sentenció el Dr. Rubén Elías Morán Sarmiento, mi profesor, mi amigo de tantos años, mi compadre. Tan profundo pronunciamiento lo hizo en un arranque de inspiración, con motivo de un homenaje que en Guayaquil le hacíamos sus amigos al asumir una alta función en el régimen de Jaime Roldós Aguilera.

Posiblemente ni él mismo Rubén recuerde textualmente este singular y poético párrafo, pero a mí se me grabó para siempre y ha marcado mi veneración por este sublime sentimiento, normando mi conducta para con los seres generosos que me han regalado el verdadero tesoro que para mi constituye su amistad. De ese suceso han pasado largos años que los he vivido intensamente, en los que he adquirido muchísimos amigos, satisfacciones, y una que otra  decepción. Por ello es que la amistad la divido en social y en la verdadera. Antes de que la preciosa cita de Rubén haya fijado mi concepto sobre la amistad, mi apreciación sobre ella fue la que me dieron mis padres y maestros: “La amistad es como una planta, hay que regarla para que florezca”. 

Siguiendo, ¡cuan sabia es la cita de Rubén! porque generalmente se confunde la amistad y se abusa de ella; por eso, una cosa es solidaridad y otra incondicionalidad; porque por ésta podemos perder el horizonte de lo bueno y lo malo, pudiendo incautamente caer en complicidad; ahí es que  necesitamos “los dedos de seda” para tocar las “cuerdas de oro” de la lira… Así también existen seres despreciables que en la primera de bastos te asestan la puñalada por la espalda, te traicionan, se confabulan con otros para perjudicarte y hasta robarte; entonces se comprueba: Han sido sólo amigos sociales ¡porque uno verdadero nunca haría eso! En esos casos me ha invadido  tal nostalgia y tristeza, que no me han faltado ganas de alinearme con el fatalista que dijo: “Mientras más conozco a los humanos, más amo a mis perros”.

Concluyendo, sin recurrir a antiguos pensadores y filósofos, traigo a colación la siempre válida sabiduría de nuestros mayores referente a la verdadera amistad y que siempre está a nuestro  alcance mental: “Un verdadero amigo vale más que todo el oro del mundo”; y este decir, popular y tan viejo como el tiempo: “Dime con quién andas y te diré quién eres”; por eso es que debemos escoger, cultivar, y más que nada cuidar a quienes tenemos y han demostrado ser verdaderos amigos. ¡Son la mejor fortuna que poseemos!

 
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