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Apuntes sobre un turismo repelente
Apuntes sobre un turismo repelente
Por: Paúl J. Vásquez Palacios
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Jueves 17 Abril 2014 | 04:00

Compró su boleto desde temprano. El bus saldría por la noche. Su viaje iniciaba al mismo tiempo que su reproductor de música (había suficiente memoria para las ocho horas)...

Le tocan el hombro. Despierta y mira el reloj. Son las seis. El reproductor ha dejado de sonar. El sol le advierte que el viaje ha terminado. Agarra su mochila y deja el bus. El calor le da la bienvenida mientras cada chofer de taxi lanza su mejor propuesta. Se decide por el más amigable. Menciona la dirección del hotel y pide que encienda el aire... (Está dañado). El conductor se detiene una cuadra antes. La calle está siendo reparada...Pero el hotel está a la vuelta...-¡Allí no hay pierde compa! Agradece y paga los “tres dólar”. Allá el valor de una carrera corta. Aquí... cuestión de “viveza”.
Una oxidada cadena junto a un imponente candado le impiden entrar al hotel. De pronto, aparece el guardia/recepcionista que de paso funge como administrador (uno de estos que han sido entrenados para sacar los colmillos mientras mejor se los trate). Pregunta: ¿qué desea?...como si la apariencia y la mochila le parecieran poco convincentes.
Logra conseguir una  habitación. La que está hacia atrás y no frente al mar como lo pidió por teléfono. La que no tiene agua (es que ya tenemos dos semanas así). La que con suerte tiene un ventilador (es que el aire se congela y por eso es mejor no encenderlo). Pero todo está bien. Es tan sólo cuestión de relajarse y bajar a la playa... Le cuesta decidirse por un restaurante. Todos le resultan atractivos. Siempre había soñado con esto. Un gran letrero lo detiene. Toma ubicación mientras pide una cerveza para empezar. Casi cuarenta minutos después alguien ha decidido atenderlo  llevando una actitud similar a la del guardia del hotel. Bruscamente le toma su pedido estableciendo las condiciones y límites que, dicho sea de paso, son opuestas a lo que ofrece el llamativo letrero de la entrada. Paga la cuenta cuestionando mentalmente los comentarios que a lo largo de su vida había escuchado sobre la costa. ¡No es lo que había imaginado!, piensa. 
Prefiere dejar atrás lo sucedido y se baña en el mar. Empieza a relajarse. Cuando el sol ha empezado a esconderse regresa al hotel, no sin antes buscar una farmacia, al parecer los mariscos también están en su contra. Vio pasar la noche desde el baño del hotel. Tendrá mucho que contar cuando regrese a casa: El dinero desaparecido en su habitación, el asalto en el bus de regreso; y a partir de aquello, sin duda, este lugar dejará de ser una opción para visitar.
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