Las constituciones que rigieron al Ecuador antes de la de Montecristi del 2008 institucionalizaron la reelección presidencial pasando por lo menos un periodo. De esta manera se trataba de evitar la intervención directa y descarada de las autoridades en función de la campaña reeleccionaria. Y así triunfó por repetidas veces el doctor Velasco Ibarra. Ahora, oficializándose el mensaje de “dejemos el pasado atrás” se incluyó en la del 2008 la reelección por una sola vez, consecutiva o no, sin necesidad de renuncia previa o de licencia, que por lo menos hubiese disimulado en algo los atropellos y parcialidades que se han sucedido. Y, peor aún, lo que se pretende hacer ahora, aprobándose en la Asamblea Nacional, con la amplia mayoría que se tiene, una reforma a favor de la reelección indefinida. 

No nos oponemos a la reelección indefinida. Pero, que ésta no sea continua ni inmediata, sino como era antes, luego de trascurrido un periodo por lo menos, después de aquel para el cual se fue elegido. De esta manera habría más libertad en el accionar electoral y, por consiguiente, los resultados serían más precisos y reales, sin tanta intervención ni manipulación de los mismos, ya que lo que  queremos los ecuatorianos  es vivir en democracia como consecuencia del voto libre y espontáneo. En todo caso, si se aprueba esa tal reforma constitucional en la Asamblea Legislativa, la última palabra la tendría el pueblo, ya que al convocarse al referéndum se tiene la seguridad que la mayoría votaría en contra de la reelección  inmediata  y de la perennización en el poder absoluto  y omnímodo. Véase el ejemplo del fracaso y de lo que está sucediendo en Venezuela.  

Si quieren reelección, que esta no sea inmediata sino pasando por lo menos un periodo, como siempre fue en el Ecuador. En esto sí, el pasado fue mejor que el presente, por un mejor futuro, por una patria mejor. Libre y democrática.