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Fiesta democrática
Fiesta democrática
Por: Pedro Vincent Bowen
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Domingo 16 Febrero 2014 | 04:00

H ace dos domingos, en esta misma columna preguntábamos: “¿Deberíamos considerar la demagogia como delito?”

La respuesta de los lectores que alcanzamos a consultar, fue contundente: ¡Sí!
A nadie le gusta que los candidatos, a cualquier dignidad, le metan el dedo con promesas a sabiendas que son imposibles de cumplir, como por ejemplo: ¡Decretar la felicidad  del pueblo mediante Ordenanza!
Pero (el infaltable), en las últimas campañas electorales, incluyendo la actual, se están utilizando armas mucho peores que las ofertas engañosas.
Éstas, a más de causar dudas en el electorado, provocan daños irreparables a la dignidad de los candidatos (y su familia), especialmente a quienes se supone “punteros” en las encuestas (reales o chimbas).
Me refiero, concretamente, a la utilización de las mal llamadas “redes sociales”, a través de Internet (Facebook, Twitter, etc.), unas veces con identificación, y otras, escudados en la cobardía del anonimato, con la finalidad de injuriar, descalificar, calumniar por antipatías o viejos rencores personales.
Por supuesto, también hay denuncias documentadas que merecen ser analizadas por el electorado con pleno derecho a saber por quien no o sí debe votar sin caer en ingenuidades, como por ejemplo, creer que son auténticos todos los documentos que se exhiben como pruebas de peculado: Cheques por millones girados desde cuentas de instituciones públicas a favor de empresas vinculadas a la autoridad firmante. O contratos de obras públicas (también millonarios) entregados a dedo a compañías formadas a última hora por parentelas.
¿Y que tal, si algunas de estas acusaciones son auténticas, pero no fueron denunciadas en su oportunidad, ah? Tonces, tendríamos que suponer que nos encontramos ante casos de encubrimiento: “Acción o efecto de encubrir. Para el Derecho Penal, participación de un delito, con conocimiento, para ocultar a los autores, impedir el descubrimiento de la infracción o aprovecharse de los efectos de la misma” (Cabanellas). Sin embargo, no todo es negativo en la actual campaña. Acaba de firmarse un compromiso ético, moral y cívico entre las máximas autoridades electorales y los representantes de las organizaciones políticas reunidas en el Salón de la Democracia del Consejo Nacional Electoral. El condumio del susodicho acuerdo es que el proceso eleccionario debe significar para cada ciudadano una “Fiesta Democrática”, dejando de lado todo tipo de agresiones, ofensas e insultos que desacrediten, denigren o produzcan malestar  y provocación entre las organizaciones políticas y candidatos. ¡Ojalá se cumpla!
 
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