Porque eso es lo que requieren comunidades como la de Portoviejo para sacudirse de la modorra del progreso, del estancamiento, de la subestimación, de la inercia física, intelectual y espiritual que pesa sobre sus residentes.

Para explotar la capacidad de los integrantes de esa sociedad que, para nadie es desconocido, se encuentra preñada de valores con colores casi completos como los del arco iris.

Revisar el mecanismo de inversiones para dar paso a todo quien desea construir en el cantón, brindando las mayores facilidades posibles, quizá revisando las exigencias legales, estableciendo concesiones que ofrezcan resultados positivos para la urbe. 

Desterrar todo vestigio de acciones o intenciones que puedan ser interpretadas como corruptas, pues siempre salta la versión del predominio de la coima como el aceite milagroso en las gestiones oficiales. 

Se comenta públicamente que, en administraciones diferentes, inversionistas deseosos de establecer o extender sus negocios en el cantón han desistido de sus aspiraciones por las presiones para conceder “cariñitos” por el trámite respectivo. 

Y se compara la agilidad que recibe el mismo interesado en otros cantones, en los que el crecimiento es mucho más evidente.

Y también cuidar lo opuesto, cerrar pasó a las concesiones que, por la gracia de los “gratificaciones”, suelen aparecer de la noche a la mañana como nuevas obras, edificaciones o negocios que no cumplen con las disposiciones legales.

Si bien es cierto que las administraciones municipales tienen como primer responsable al alcalde en su calidad de presidente de la corporación municipal, el concejo municipal es un organismo colegiado, incluyente, en el que todos sus concejales tienen responsabilidades que no quedan sólo en las específicas obligaciones de legislar y fiscalizar que dispone la ley, pues además de lo legal está -y principalmente- lo cívico, lo moral, lo ético, que los hacen solidariamente responsable del adelanto o el atraso de aquella comunidad de la que recibieran el respaldo a través de las urnas.

Y en esa posición de edil no es válida la representación partidista ni política, pues lo que está de por medio es la personalidad del funcionario, del ciudadano electo, del supervisor, del creativo, del entusiasta y emprendedor que debe responder con trabajo ser depositario de la confianza ciudadana.

Y como tal, su objetivo único es el bienestar colectivo, y aquello implica defenderlo de vectores que impidan o atente contra el desarrollo, vengan de donde vinieren las posibles amenazas. 

Entonces, a elegir por personas, no por partidos, desechando dependencias que con el tiempo denigran la personalidad y la libertad de acción a organismos y sociedades.