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Mercado: Monarca sin cuerpo ni alma
Mercado: Monarca sin cuerpo ni alma
Por: Melba Muñoz Rojas

Jueves 13 Febrero 2014 | 04:00

Ideológicamente muchos de nosotros tenemos un fuerte y genuino sentimiento de amor por la naturaleza, por la vida, por nuestros amigos. Comprendemos y somos conscientes de muchos de los perjuicios que causamos al medio ambiente con nuestras conductas cotidianas. Pero nos encontramos sumergidos hasta el cuello en sociedades absolutamente orientadas al consumo. Incluso culturalmente desde niños hemos sido infectados con el virus del consumismo y los medios masivos de comunicación se han encargado de proveer al virus de buen alimento.

La globalización de los mercados ha acelerado el proceso y multiplicado infinitamente el poder de la economía por sobre todo lo demás. 
Palabras como “progreso” y “desarrollo” descubrieron que podían ser utilizadas como disfraz en forma malintencionada para beneficio de una minoría.
El mercado es un monarca que no tiene cuerpo, ni alma. Más destructivo e impiadoso que el arma más terrible jamás imaginada.
Para mantener contento al mercado se destruyen bosques, se inundan millones de hectáreas, desaparecen montañas, se contamina el agua, la tierra y el aire. Se destituyen presidentes, invaden países y se hambrean a cientos de millones de personas. Paralelamente cada individuo, se siente más pequeño, con menos posibilidades de cambiar algo, de enfrentar a ese monstruo gigantesco que está devorándolo todo, destruyéndolo todo.
Es fácil, en un mundo de la ciencia, girar hacia un lado y hacia el otro con cada nueva teoría anunciada. Usted se da cuenta con los alimentos que están de moda. Una semana, el vino tinto es malo, y la siguiente lo llamamos bueno. Sexto Empírico era filósofo y médico. Él les aconsejó a sus pacientes medir la nueva ciencia contra el sentido común. El Pan puede estar hecho de carbohidratos, pero todos sabemos que es nutritivo. Entonces, el punto pasa a ser si realmente existe la posibilidad de que la sociedad humana realice el importante cambio de rumbo necesario, a escala planetaria, en la forma de relacionarnos entre nosotros con el resto de la naturaleza. Ya que si eso no sucede, solamente queda intentar adivinar cuánto tiempo queda para nuestra extinción como especie.
Resulta evidente que para nuestra propia supervivencia, es necesario realizar un gran esfuerzo conjunto, el más grande y más multitudinario jamás pretendido. Debemos intentar enderezar el timón entre todos de un barco que está a punto de naufragar y encontrar un rumbo que nos reconcilie con la naturaleza y con nosotros mismos, con nuestro propio ser. Si logramos unirnos bajo ese objetivo común, podremos hacerlo. Para vivir la vida en toda su plenitud, los seres humanos deben lidiar con las imperfecciones de este mundo, dijo Platón.
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