"Gracias por acompañarnos en el concierto más memorable de Metallica", lanzó James Hetfield, el cantante de la banda, nada más arrancar esta singular actuación, en el helipuerto de la base argentina Carlini.
En el interior de un domo (carpa) transparente, de doce metros de diámetro y seis de altura, con la belleza de las intensas aguas azules de la Caleta Porter y la blancura del glaciar Fourcade como telón de fondo, Metallica descargó la potencia del sonido heavy metal pero, sin amplificadores, sólo fue perceptible a través de auriculares.
"Este concierto estará en los libros de Historia algún día", lanzó Hetfield, rodeado, literalmente, de un público tan inusual como la propia actuación, compuesto por un puñado de admiradores, científicos de los lugares más dispares destinados a las bases próximas a Carlini, organizadores y un reducido grupo de periodistas.
Durante una hora, Metallica desgranó algunos de sus más notables éxitos, como "Creep creeping death", "Sad bat true", "Blackened" y "Nothing else matters", todo un himno para los fans de la banda californiana, que ha vendido más de 100 millones de discos en sus treinta años de trayectoria.