Definitivamente hay poca agua disponible para los cultivos que  aseguran la producción de los componentes básicos de la canasta familiar y es el agro que aporta la mayor parte de la misma: carnes rojas y blancas, cereales, verduras, tubérculos y alimentos  emblemáticos de la Costa como plátano, maíz, y cítricos, o de la Sierra en el caso de la papa, choclos, avena, chocho, entre otros, y a su vez el consumo generalizado del pescado de nuestro mar, que es un gran aporte a la dieta nacional. 

Mantener la soberanía alimentaria es una obligación de país, inclusive lo señala el Art. 281 de la Constitución vigente. Ecuador lo ha logrado con un  gran sacrificio de nuestra población campesina, de todas las regiones, que hoy más que nunca piden tomar medidas que los favorezcan para seguir produciendo muchos alimentos que también se logran exportar, como banano, cacao, café, palmito, mangos y cebollas, productos que requieren de lograr mejores  mercados externos, y a su vez obtenerse créditos con intereses preferenciales y a plazos más largos.

“Si un país pierde la capacidad de alimentarse, pierde su identidad nacional”, bajo esta premisa nuestro campesinado que labora todos los días a la intemperie quiere seguir produciendo, pero a su vez necesita se adopten medidas que lo ayuden en esta importante tarea, a más del asunto crediticio, ellos solicitan se revise el llamado Impuesto a la Tierra, que se considera antitécnico; no absorber el Impuesto del 5%  a la salida de divisas en los productos de obligada importación para uso agropecuario, pues se lograría así bajar sus costos como en el caso de la urea, y otros; a su vez creen que pueden crearse nuevas formas contractuales legales en relación del trabajo en las propiedades de menos de 100 hts., que son la mayoría, y lograr así mantener la armonía y cumplimiento de las obligaciones laborales entre los propietarios y trabajadores que se requieren ocasionalmente. Se pide inversiones técnicas que remedien la falta de agua para cultivos en el verano y protejan las tierras de labranzas ante las temidas inundaciones invernales que afectan al sector cada año. Hay que mirar más al campesino por su producción que nos alimenta a 14 millones de personas, y evitemos los nutridos letreritos de “se vende esta finca”, hoy muy numerosos a lo largo de las vías del país, lo que señala que hay un fraccionamiento en la estabilidad de la propiedad para uso agropecuario. No es buen ejemplo un país hermano, rico en petróleo, pero que todos los alimentos deben ser importados.