Pero lo realmente grave, desde mi punto de vista, no es ni siquiera la desesperación del consumidor promedio por no poder tener lo básico. Lo que  preocupa es que el presidente Maduro y la cúpula gobernante no caigan en la  cuenta de lo que ocurre y toda la culpa  la hagan recaer en los empresarios, en los especuladores o en la oposición.   Es como si un padre de familia al enterarse de las malas notas de sus hijos en el colegio,  culpe a los profesores, al colegio o a la infraestructura física por el rendimiento académico de sus retoños. Maduro y su gente no se están dando cuenta que Venezuela sufre de 54% de inflación generada por las horribles políticas públicas que han ahuyentado toda clase de inversión. Tampoco parece saber que existe un axioma muy antiguo que dice: “dólar perseguido, dólar huido”. Y eso exactamente es lo que ha pasado. Al controlar extremadamente las divisas, la gente que puede saca sus dólares para que estén seguros en algún otro lugar.

Y pensar que todo esto ocurre en la cuarta economía petrolera del mundo. Corrijo: en el cuarto país que más exporta petróleo aunque, eso sí, con  las reservas probadas de este mineral  más grandes del mundo. A la luz de esta circunstancia entonces, resulta inexplicable la crisis. Es exactamente igual a lo que ocurre con un chico que tiene todo en su casa, que no tiene deficiencias mentales y a pesar de eso su rendimiento académico es un desastre.  En una situación así algo hay que hacer. Un padre de familia puede ponerle un tutor calificado a su hijo pero en el caso de Venezuela hasta Dieterich, el padre de lo que ha dado por llamarse, socialismo del siglo 21, ha dicho: “que liberen el precio del dólar, la importación, con guerra no se baja la inflación.” Quién hará entender a Maduro!