Antes de esa población, con ayuda del celular, por no conocer el lugar, llegamos a “Mindo Lago”, un hotelito hecho a pulso por una pareja de adultos enamorados de ese medio. Una vía de bajada y escaleras de campo conducen a las cabañas e instalaciones, rústicas, pero muy confortables que rodean a un laguito creado ex profeso -de ahí su nombre- donde existe una mesa que flota en el agua, la que es utilizada para cenas románticas mientras se disfruta del croar de sapos y ranas que en horas nocturnas dan un verdadero concierto, el que simultáneamente es escuchado por la veintena de pasajeros que en bancas superiores asistimos a ese espectáculo. Conocí que entre estos visitantes, habiendo permanecido un fin de semana en ese lindo lugar, estuvo el Presidente Correa y sus familiares; la cabaña donde él pernoctó la ocupó un amigo y su esposa, por lo que desde ahí a él, lo llamamos “Mashi”.
Aparte de los atractivos propios de “Mindo Lago”, entre los que destaco el riquísimo lomo cocido y servido en calientes piedras volcánicas que fueron la sensación, están atractivos del sector mismo; entre los muchos y muy variados, acudimos a deleitarnos con el conocimiento de las orquídeas, mariposas y colibríes que abundan en el entorno, sin que dejemos de disfrutar los paisajes de los rincones que recorrimos en un par de Land Rover tipo safari que el hotel puso a nuestro uso con la gran atención que nos brindó la pareja propietaria y su personal.
Continuando nuestra gira y subiendo a Quito, almorzamos en un restaurante cerca de la Mitad del Mundo, donde degustamos la clásica comida serrana, con empanadas de morocho, locro con cuero y aguacate y la infaltable fritada con tortillas de papas. De ahí, el paseo por el callejón interandino que despejado hasta Tungurahua, nos exhibió sus volcanes, nevados y paisajes cual colcha de bregué. Continuaré…