La presencia en el Vaticano de varios presidentes sudamericanos, soslayando invitación expresa, puede interpretarse como un apoyo al nuevo Vicario de Cristo, que comenzó su Papado practicando la humildad, sin pertenecer necesariamente a las filas de la Teología de la Liberación ni a la Doctrina de la Fe, en la que se había encasillado a Benedicto XVI.
Un Papa latino, decían con entusiasmo los católicos de este lado del globo, olvidando que latinos son todos los ciudadanos procedentes de un país de lengua derivada del latín: Italia, España, Portugal, Francia y la mayoría de los países de América, aunque no necesariamente tengan genes latinos. En este contexto, la mayoría de los jefes supremos de la Iglesia han sido latinos.
El Papa Francisco I, que predica y practica austeridad, exhortó a los fieles a no viajar a Roma a la ceremonia de entronización, pero Cristina Kichner llegó con 140 representantes de todas las funciones de Estado junto con líderes gremiales. Es que a muchos se les hace incomprensible la verdadera vocación de servicio, ajena a las pompas terrenales pero, más allá de ese motivo, requería el apoyo de los viajeros que juntos parecían ser voceros de todo el país.
La mandataria argentina jamás imaginó que el Arzobispo de Buenos Aires, al que le negó audiencia por seis ocasiones, llegaría a ser el máximo líder de la Iglesia Católica oportunidad política para pedirle mediación frente a la posesión de las islas Falkland o Malvinas.
Cristina Kichner en el año 2010 aprobó la legalización de las uniones entre personas del mismo sexo, lo que la Iglesia jamás podrá aceptar, al tiempo que el entonces Arzobispo de Buenos Aires mostraba su firme rechazo. Además de esta seria divergencia, el prelado ha sido acusado de guardar silencio frente a las dictaduras argentinas, similar a la que se hizo contra Pío XII frente al genocidio nazi contra los judíos, muy cuestionada por sus defensores.
Por su parte, el presidente Correa junto con su progenitora mostró claramente su regocijo ante el Pontífice, más que por su nacionalidad, por la solidaridad con los desposeídos a lo largo de su vida sacerdotal. De sobra la prensa ha reseñado las visitas a las villas miseria de la gran capital argentina, su participación en proyectos sociales y la entrega a la docencia. ¡Cuántos recordarán haberlo visto en Portoviejo hace alrededor de treinta años!
El mundo sigue girando y en sus vueltas trae cambios de conceptos morales, campo en que el Papa tiene una ardua tarea que cumplir con una indeclinable posición, tarea más importante que la milagrosa devolución de las islas Falkland o Malvinas.
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