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MONTAJE EL CINE AL DÍA
UN MÉTODO PELIGROSO

Lo mejor de esta película es que te da ganas de leer la obra completa de Freud y de Jung, los padres del psicoanálisis. Es más, te dan ganas de hablar con tu psicóloga (o conseguir una, si no la tienes) y empezar desde cero, desde los primeros recuerdos de la infancia; sólo para saber si, como pensaba Freud, la neurosis viene de represiones y frustraciones sexuales, o, como decía Jung, estamos más sometidos y ligados al inconsciente de lo que podríamos imaginar.

Domingo 14 Abril 2013 | 00:00

 

Lo peor, o lo que no se perdona, es que un método peligroso abuse de la inteligencia de sus personajes y la presuma en cada escena. Al parecer Freud y Jung y la polémica Sabina Spielrein, que pasó de paciente a discípula, y de discípula a amante sadomasoquista, para luego convertirse en una de las primeras psicólogas de la historia, sólo abrían la boca para decir cosas brillantes y profundas, para iluminarnos con la verdad o contagiarnos sus dudas existenciales. La mayoría del tiempo parecería que estamos asistiendo a una conferencia y no viendo una película. Es cierto que los diálogos son inteligentes y certeros, y hasta definitivos, pero por eso mismo resultan excluyentes, lejanos, catedráticos. David Cronenberg, un director que sin duda está dañado o siente mucho interés por la gente dañada, y que dicho sea de paso sería un banquete para cualquier psicólogo, traiciona un poco su carrera con esta película tan limpia, tan elegante, tan aséptica. Da la impresión de que todos los personajes (ojo, digo los personajes, no los actores) habían leído el guión antes de filmar, porque sus intervenciones están cronometradas, medidas a tal punto que nadie se permite un estornudo, una mirada de duda o un segundo de cuestionamiento, y esa falta de cotidianidad los deja congelados allá arriba en la pantalla. Ahora bien, estamos hablando de tres intelectuales de peso, un austriaco (Freud), un suizo (Jung) y una rusa (Spielrein) a principios del siglo XX, y quién sabe, quizás la geografía y la época tengan algo que ver. Quizás esa gente no tenía tiempo para bromas.
De todo esto, me quedo con la frase de un personaje secundario, el austriaco Otto Gross, psicoanalista y cocainómano que abandonó el ala sobreprotectora de Freud y acabó siendo un anarquista a tiempo completo, hasta que murió de hambre y neumonía en las calles de Berlín. “No pases por el oasis sin detenerte a beber un poco de agua”, le dijo Gross a Jung, sin rodeos ni dobles interpretaciones, ni análisis. Tan simple que parece una frase sacada del peor libro de autoayuda.
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