En la carretera Rocafuerte - Chone, antes de llegar a Tosagua, existen cuatro o cinco pasos elevados peatonales; en todos ellos, antes y después, hay una moderna señalización conocida como B.T.A, consistente en tiras, franjas o bandas de caucho colocados sobre el hormigón, desempeñando la función de reductores de velocidad, pero sin dañar la parte mecánica de los automotores, ni obligar a los conductores a una brusca frenada. Pero, ¡lo insólito!, han construido dos muros que constituyen innegables monumentos a la estupidez: uno en Tierra Bonita (Rocafuerte) y otro en La Sequita (Tosagua). No sé si la tecnocracia mediocre o la burocracia irresponsable y torpe son los “autores” de semejante “obra” que revela una mentalidad de pollino; sólo sé que ahí están esos muros de la infamia para escarnio de todos de quienes habitamos en esta provincia. En la vía Portoviejo – Manta, a la altura del cerro el Guayabal, en el desvío hacia La Pila, hay otra obra evidente de la idiotez, cretinismo u oligofrenia que padecen estos “brillantes” administradores de la cosa pública: han colocado no menos de ocho semáforos, pero ¡oh genialidad!, han mandado a construir dos muros que nos muestran la inocultable irracionalidad de estos “iluminados”. Uno se pregunta: ¿Cómo llegaron estos especímenes a la función pública? Y he aquí que mi memoria recuerda la fábula del águila con la serpiente: Estaba el águila volando a baja altura sobre la llanura, cuando de pronto vio a una serpiente que se deslizaba entre la hierba; el ave remontó el vuelo y se posó sobre el pico de un cerro. Abstraída el águila mirando el horizonte, descubrió que la serpiente se movía entre sus patas, el águila sorprendida preguntó, y tú cómo llegaste aquí, y la serpiente le respondió: Arrastrándome…

Más allá de este comportamiento que constituye una negación a la inteligencia y el honor, estos funcionarios deben ser enjuiciados y sancionados al tenor de lo dispuesto en el art.12 del Código Penal: “No impedir un acontecimiento, cuando se tiene la obligación jurídica de impedirlo, equivale a ocasionarlo”. Los operadores de justicia, actuando de oficio y en conocimiento de este hecho, deben promover el respectivo enjuiciamiento y sancionar a los responsables de esta contravención grave de segunda clase contemplada en el literal del art. 143 de la Ley Orgánica del Transporte Terrestre y Seguridad Vial. Coloquémosle la “horqueta legal” a estos jumentos para que no sean “perjuiciosos”.