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INDISCIPLINA Y POLARIDAD SOCIAL INVERTIDA
INDISCIPLINA Y POLARIDAD SOCIAL INVERTIDA
Por: Isaac Avellán Cedeño

Martes 21 Agosto 2012 | 00:00

Hoy en día la indisciplina en los centros escolares está sobrepasando los límites socialmente aceptables, habiendo padres que muy esquivamente llaman “inquietud infantil” la malacrianza de sus hijos. Esta inquietud infantil dista mucho de lo está observándose en las escuelas y colegios; un fenómeno indisciplinario que preocupa a directivos, maestros y tutores, los mismos que no encuentran las fórmulas eficaces y adecuadas para frenar una manifiesta “epidemia social” cuyos frutos son la anarquía, la desobediencia y la indolencia juvenil.

 

La infancia y adolescencia es una etapa de vida muy vulnerable, que tiene muchos altibajos físicos y emocionales y que se proyecta hasta los 19 o 20 años, y luego la juventud que se dilata hasta los 29. En este hermoso lapso de la existencia, se experimentan diferentes sucesos que pueden impresionar los sentidos del niño o el joven, dejando huellas que pueden perdurar el resto de sus vidas. 
Los niños o niñas ven al adulto, por lo general, como un arquetipo de persona que pretenden imitar, y convierten en ídolos a los personajes de las tiras cómicas (violentas o pasivas) a los padres o algún familiar cercano, llegando a crear cierto apego o identificación con el sujeto admirado, teniendo la posibilidad de imitarlos e igualarlos. Esto es lo que la Psicología conoce como “polaridad social invertida”, una epidemia social colectiva que induce al niño y joven a imitar modismos, expresiones, costumbres dañinas, que ven a través del cine, la televisión, y por el internet. La indisciplina entre los púberes tiene su origen en los fenómenos sociales y propagandísticos, y la van expresando en la medida en que la mente del niño asimila esta subcultura, atrapándolo en una maraña de publicidad mediática y agresora.
La infancia es un lapso de vida que está salpicado por la inocencia y la curiosidad del infante, dos aspectos naturales e innatos que son aprovechados por los medios de difusión, polarizando, muchas veces y sin ningún pudor, la vulnerable mentalidad de nuestros pequeños 
hijos.
A la hora de educar y formar a un niño, hay que poner a prueba toda la capacidad docente y sicológica, en el afán de ser verdaderos maestros del amor y el afecto, poderosas armas para transformar notablemente la impredecible personalidad de una vulnerable mente infantil. La norma ideal debe ser saber otorgar amor real a nuestros hijos y alumnos, fijando en sus mentes y corazones la llama del afecto, el respeto, la solidaridad, en base a un diálogo veraz y constructivo, que no se lo manifieste con el doble discurso moralista a que estamos acostumbrados. <
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