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El servicio a  los demás
El servicio a los demás
Por: Jorge Guillén Morales
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Domingo 12 Agosto 2012 | 00:00

En este tiempo en que sólo se habla de política, de muertes y desastres en el mundo y de gran pérdida del amor a las personas, tanto en el núcleo familiar, en la sociedad o en nuestra relación de amigos, quiero referirme a un hecho sorprendente y digno de imitar, por cuanto demuestra que también se pueden generar noticias que ocasionan alegría y esperanza.

 

Este acontecimiento es real y todos podemos dar crédito a lo que manifiesto, visitanto la ciudad de Santa Ana, en un lugar céntrico se encuentra un establecimiento denominado “Comedor Solidario Juan Pablo II”, en cuya parte exterior se lee una frase: “En cualquier ocasión de esta vida, lo importante no es lo que ganamos, sino lo que hacemos” (Thomas Carlyle)
Para cualquier persona visitante, le sorprendería y por inercia, como pasó conmigo, preguntaría de qué se trata este servicio, pues por lo regular y por la buena presentación del local, parecería como si fuera un servicio de restaurante, pero no lo es y es aquí el motivo de esta opinión. Los santanenses sí conocen la historia y me la contaron con agrado y emoción. 
Sucedió así: una pareja de esposos conocida en el lugar, don Omar García y doña Lisbeth Cedeño, decidió cumplir un sueño, mentalizado y debidamente planificado para que no sea momentáneo sino duradero y hasta puedo decir, eterno, pues estas obras sociales nunca se pueden borrar, pues quedan impregnadas en quienes valoramos la entrega y sacrificio de personas que no buscan ningún rédito económico, ni la foto para la sociedad, ni aspiraciones políticas, pues sólo lo hacen por amor al prójimo.
Estos esposos decidieron construir un lugar para que todas aquellas personas de escasos recursos económicos o que simplemente deambulan por las calles, porque no tienen familia ni empleo para su sustento diario, puedan servirse un almuerzo por tan sólo 0,25 centavos de dólar, que sólo es un valor significativo, pero no obligatorio, pues todos los servicios que se generan para cumplir con esta gran misión, son costeados por los mentalizadores de esta obra social, la misma que se debería implementar en toda ciudad, en todo lugar, porque el “hambre no tiene precio”, como lo manifiestan don Omar y doña Lisbeth, pues ellos comprendieron el verdadero significado del servicio a los demás y por eso iniciaron con esta obra el 5 de diciembre del 2005 y ahora lo hacen con más entrega y amor, pues es gratificante para sus vidas.
No es un proyecto municipal ni de ninguna instancia política, ni fundación, club o asociación, es simplemente el esfuerzo de dos personas que como buenos esposos unidos en el amor, el trabajo y la buena voluntad, solidarios con los más necesitados, han encontrado la alegría, el gozo y hasta la rehabilitación de su salud física y mental, debido al cansancio generado por la cotidianidad de sus trabajos, mirar en el día a día, la satisfacción de quienes visitan este lugar. ¿Digno de imitar, verdad?
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