Con mucho acierto el Ejecutivo anunció el denominado plan de sustitución de importaciones agrícolas, seleccionando cinco productos: tres de la costa y dos de la serranía, con la intención de someterlos a un intenso plan de fomento que tendiese a abatir o reducir las cifras que representa cubrir su déficit. Lamentablemente poco o nada se ejecutó, siendo más bien la falta de previsión y conocimientos las causas del fracaso de uno de los elegidos, el maíz duro, cuya exitosa cosecha no tuvo la debida respuesta, en el manejo óptimo de su comercialización.
Se ha establecido que el mecanismo más idóneo para promover el desarrollo eficiente de los cultivos es la activación de las llamadas cadenas productivas, que funcionan con eficacia cuando todos sus enlaces reciben los estímulos estatales que los convierta en un negocio remunerativo para los partícipes, sin olvidar que el eslabón más importante y fundamental, sin el que no pueden operar los demás, son los agricultores, a los que hay que garantizar, por todos los medios posibles, incluidos los explicables subsidios, la rentabilidad necesaria que les permita subsistir con decencia y alegría.
En épocas pasadas la siembra de algodón constituyó un gran rubro de interés económico y social, a la que entusiastamente se dedicaban ecuatorianos de diversas regiones del país, con gran énfasis en la Provincia de Manabí y en el Cantón Pedro Carbo, del Guayas, actividad que fue prácticamente abandonada porque dejó de ser rentable para sus protagonistas, recurriendo los industriales a la necesaria importación, con desangre de varios miles de dólares, que aún persiste.
El Ministerio del Ramo debe liderar sin dilaciones la real y concertada institucionalización de la cadena productiva del algodón, fibra natural de gran demanda nacional y mundial, favorecida ahora por una tendencia alcista de su valor, que incluya la provisión de semillas mejoradas y certificadas (MAGAP), el crédito suficiente y oportuno (BNF); asistencia técnica permanente (MAGAP, Colegio de Ingenieros Agrónomos, Industriales y Desmotadores), absorción total, precio justo y pago inmediato de las cosechas (MAGAP, Desmotadores e Industriales) y protección estatal, evitando las importaciones innecesarias o inoportunas y preservando la industria consumidora de la fibra y del aceite de su pródiga semilla.
Si así se procede seremos espectadores del renacimiento de fértiles campiñas coronadas con el blanco níveo de bellotas algodoneras abiertas al sol radiante de nuestra ecuatorial tierra, en el maravilloso marco de campesinos satisfechos.<
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