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Odio y discriminación
Odio y discriminación
Por: Ricardo Trotti
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Martes 24 Julio 2012 | 00:00

La brutal ejecución de Najiba, una joven afgana de 22 años, perpetrada por su esposo que le pegó 13 tiros por la espalda después de que un juez tribal la sentenciara por adulterio, conmocionó a la opinión pública internacional, provocando que muchos reprobaran las costumbres musulmanas por propiciar asesinatos enmascarados de justicia divina.

 

Pero no solo en Afganistán se cometen estos crímenes. En República Dominicana fueron asesinadas más de 100 "Najibas" este año – casi 200 crímenes de mujeres por año desde 2005 – por lo que 60 ONGs exigieron ante el Congreso la semana pasada, mayor voluntad política y reformas penales para proteger a las mujeres y castigar a los violentos.
En la última década, la violencia de género ha provocado un promedio de 2.500 asesinatos por año en México producto de la violencia doméstica, trata de personas y de la esclavitud sexual. Peor que estos crímenes, también comunes en Centroamérica, es que la mayoría de los casos permanece impune, ante la indiferencia de los estados para investigar y procesar a los culpables.
La apatía de las autoridades es el patrón de conducta que encontró la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) como generador de un círculo vicioso que motiva mayor violencia.
Tanto la violencia sexual como la impunidad no conocen fronteras ni distinguen entre clases sociales ni sobre el nivel de desarrollo de los países. En el momento que la CIDH reclamaba mayores esfuerzos para combatir estos fenómenos, el cortometraje "La guerra invisible", del documentalista Kirby Dick, denunciaba la inmovilidad de la cúpula del Ejército de EE.UU. para detener las más de tres mil agresiones sexuales que se cometen anualmente entre sus filas, entre casos de violaciones y acoso, la mayoría contra mujeres.
Chile acaba de tomar el toro por las astas para combatir el odio y la impunidad. El presidente Sebastián Piñera promulgó el 12 de julio una ley que sanciona y aumenta las penas contra todo tipo de discriminación, además de aplicar multas y medidas de reparación para las víctimas. La ley, demorada en el Congreso por siete años, vio la luz después del asesinato en marzo de Daniel Zamudio, un joven que fue atacado por un grupo neonazi por su condición de homosexual.
En momentos que los contenidos xenófobos, antisemitas, raciales, de género se extienden por las aulas, estadios de fútbol y por las redes sociales, no solo hacen falta enérgicas leyes como la chilena o la que buscan los dominicanos para reprimir y disuadir a los violentos.
Para combatir la violencia que generan el odio y la discriminación, también es necesario poner énfasis en la educación. Las leyes, las denuncias y las campañas ayudan, sin dudas, pero cambiar el “ADN” de las generaciones futuras, y comenzar a crear una nueva mentalidad y cultura basada en la tolerancia y el respeto por la diversidad, solo será posible si se instrumenta una buena educación desde la escuela primaria. <
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