Era un hombre sencillo, soñador, maestro, honesto, buen amigo, amable, auténtico e íntegro. Seguramente tenía más virtudes que defectos, será por eso que la gente se agolpaba a racimadas para decirle adiós en la casa y después desde las calles, el puente y las riberas. Se fue como quiso…. con la cara al sol y a sus montañas; y la espalda mojada por su amado río, con el más liviano equipaje, más liviano que cuando llegó a este mundo.
Pero ciertos privilegiados tienen el don de quedarse por siempre y para siempre, grabados en la memoria de su gente, se vuelven seres universales de la palabra, música, otras artes o por sus acciones. Horacio es uno de aquellos escogidos a permanecer en la historia, colgado para siempre en los cordeles del tiempo, en cada verso, en cada cuento repetido una y mil veces por las futuras generaciones. Sí…. se fue el hombre…. pero se quedó el poeta!.