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POR SEMANA SANTA
POR SEMANA SANTA
Por: Eduardo Brito Mieles

Lunes 02 Abril 2012 | 00:00

Cuando muchacho de colegio, allá por mil novecientos viernes, como decía mi padre, entre las lecturas filosóficas de Grecia grabé en la memoria la frase de Píndaro: “Llega a ser lo que eres”. Este exhorto podría implicar que para triunfar, el ser humano se preocupe de sí mismo y no de cosas o personas triviales.

En este sentido, el esquema de abstracción de la realidad significaría un individualismo egoísta y seco. Otro enfoque compatible con lo humano sería vivir, crecer, esforzarse y alcanzar los ideales de nuestra propia intimidad. El reto de Píndaro calza mejor como esquema para las vidas y sociedades que desde lo oscuro se elevan espiritualmente y alcanzan altas metas de dignidad y progreso cultural. Mejor aún, vivir en acción, con autenticidad y a la medida de aptitudes y valores que nutren nuestro espíritu, entre privaciones y marginaciones, aunque cercados o rodeados por peligros, egoísmos y sufrimientos, atropellos y despojos de la estupidez y delincuencia circundantes. 
Ortega y Gasset, allá por 1938 invitaba a la calma entre los avatares de la vida, “sin perder la cabeza, para recogernos dentro de nosotros mismos y con serenidad formar un plan estratégico, para saber elegir caminos y vocaciones y ser realmente humanos y marchar seguros hacia la plenitud”, en base de ingenio y trabajo responsable, en medio de esos peligros y por encima de la frivolidad, mediocridad y cursilería. Sin quedarse solo o que en la soledad, el ser humano llegue a ser lo que pretende. Lo medular del mensaje filosófico de Ortega es vivir y actuar con la verdad y en compañía de quien, por y con amor, debe fundirse con nuestra vida en integración creativa. Ligados a las circunstancias del mundo al que debamos cambiar y ser realmente humanidad útil y servicial, aquí en la tierra, lugar de nuestra vida y partida, o desde la región celeste, que en su momento, quizá será el mundo nuevo de nuestra llegada y sobrevivencia extraterrenal. 
Esta nota por Semana Santa hubiera querido definirla en prosa o con versos de literatura tierna y buena, que no pude lograr por mis limitaciones intelectuales. Por ello, digo en lenguaje simple, que en estos días especiales, el alma entona un sermón de obediencia al Señor, mensaje que con frases de buenos anhelos deja de lado las fatigas del trabajo, la codicia y vanidad, y debe suprimir el choque entre políticos, siquiera por Semana Santa, interrumpiendo sus fastidiosas arengas promocionales, por respeto a esta Semana Grande y al sermón de la Montaña, “cúpula azul del infinito”, desde la cual, por más de 2 mil años, Dios mira a la Humanidad que él dulcificó, y nosotros, como plural rebelde de hombres, mujeres y naciones enfrentados, mancillamos con ruindades y violencias, drogas, deslealtades y falacias por doquier. 

El aire de libertad para escribir esta nota de fe busca conocer si la semilla del Reino de Dios, que es de amor, caridad, solidaridad y perdón, fructifica o está seca en las almas. Responda el lector con la misma libertad. 

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