Hace años, decidí no hablar sobre política, aquella de partidos que luchan por el poder, materia que entreteje la gama más compleja de contradicciones de la interioridad humana, aunque los animales, instintivamente también hacen política en los patios y selvas que ellos dominan, sin provocar tanta depresión ni ruido al depredar los bienes de su entorno. Es que la política está suspendida por dos bichos que vuelan asociados en un connubio o maridaje: uno llamado Porcentaje 10 y el otro Codicia 15. Ambos revolotean sobre el fardo donde están las partidas presupuestarias para saber por dónde picotear y asegurar comida.
Así resulta que, política y comida van de la mano. Reparto a 10 o 15 por ciento o quizás más, según las circunstancias de la obra y su reparto, que los bichos acuerdan en la selva urbana y rural de los engaños. Lo demás, es espejismo en TV, en carreteras, propaganda y murales de la ficción. Brilla el picoteo multicolor de los repartos sobrevalorados en nombre de la angustia popular. Porcentaje 10 – Codicia 15.
Bajo esta vieja realidad, la gente de bien se aparta de la política. “No política”, dijo Manuel, quien prefirió como hasta ahora, hablar solamente de lo bello. De lo incontaminado, de aquello que ennoblece y deja vivir en la dignificante paz por manos limpias. “Yo también vivo así”, dijo Gabriel, y yo igualmente, dijeron Rafael, Vicente, Leopoldina, Fernando, Ricardo y más de un general, banquero, juez, fiscal y periodistas de la sociedad “No todo es verdad” NTV, la red más grande del mundo noticioso universal, que vuela libre y democrática por todos los espacios con el peso de sus propias verdades.
Apartados de la política del porcentaje, otras gentes emplean su ingenio para servir, amar y hermanar a los hombres y mujeres, tomados de las manos, para con besos y abrazos fructificar bellas auroras de miel con pan recién horneado en el calor del amor, comida celestial que no se agota y cada día huele a poesía, clavel y rosa fecundantes, padre y madre de la vida.
Mientras se arma otra vez la incuria y venalidad del teatro político, los escenarios del arte y el humanismo están secos, vacíos, sin locales ni butacas donde sentar a los que aman, esa otra forma humana de trascender decentemente y perdurar, sin otro porcentaje que no sea el estremecimiento del regocijo espiritual, cuando se sirve decentemente a los demás, sin la carga degradante de condición, comisión o porcentaje.
Es antigua y contrastante la realidad social, entre el bandidaje y la desvergüenza de la política de esa calaña, con sus protervos fines de enriquecimiento material, y el frenesí que nace del humanismo, la cultura y el buen nombre, refinando en libertad, dignidad y moral, realización íntima que el mundo civilizado prefiere ante la barbarie.
¿Quién da más?... ¿Quién goza más?... ¿Quién vive más?. Decida usted, si el humanismo y el arte, o la red del bandidaje y los engaños.
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