Es muy conocido ya hace varios años que al iniciar de temporada playera, en Puerto Cayo realizan el lanzamiento e inauguración del Bar Ñawi. Personalmente conozco a los propietarios, quienes son jóvenes trabajadores, honestos y que además tienen la mejor intención del mundo al realizar este festival.

Mi reclamo no es hacia ellos, sino hacia las autoridades, quienes ante un evento de esta magnitud, donde vienen decenas de miles de personas de todas partes del país, no coordinan con las instituciones competentes como lo son el Ministerio de Turismo y el de Medio Ambiente al realizarse en un balneario del país; y es una lástima que esta oportunidad, donde se pudieran realizar actividades para promocionar la zona, sea utilizada por comerciantes informales, quienes colocan sus puestos en las aceras, indisponiendo a quienes somos propietarios de las casas, donde hemos crecido disfrutando en familia durante ya varios años.
Debo pedir disculpas por nombrarlos, pero es una pena ver el estado en quedaron las casas de las familias Hidalgo, Miranda, Nieto, Zavala, Cedeño, Orlando, Rodríguez, Vera, Loor; y así puedo seguir nombrando a muchas más. Personalmente me tocó ver y llamar a la policía porque varias casas fueron violentadas por los asistentes y no con la finalidad de robar, sino tan sólo de pasar la noche del 21 de enero.
Al ser testigo de una destrucción masiva, mi pregunta es: ¿El derecho a trabajar limita el respeto a la propiedad privada? Creo que NO, son tan respetables ambas situaciones y lo ideal es que el derecho a trabajar sea de una manera ordenada y sin molestar a las demás personas y peor aún destruyendo la propiedad privada y bienes públicos.
El domingo 22 estuve en Puerto Cayo hasta las 5 pm y aún estaba todo sucio y destruido, el nivel de contaminación con fundas y botellas plásticas y con residuos de vidrio es bien elevado. <