La verdad que, como ciudadana común y corriente, me ha surgido una especie de mezcla de indignación, curiosidad e impotencia al observar la persecución del presidente Correa a la prensa y aún más las sentencias que están dándose, del modo más ilógico, antiético y malvado, al condenar a los periodistas a que paguen millonadas de dólares, como en el caso del señor Palacio de El Universo, o de los personeros de ese mismo periódico, o a los señores que escribieron El Gran Hermano, a pagar un millón de dólares.
Así están estos tiempos; ya nadie protesta (bien podría decirse que campea hoy la inmoralidad, la injusticia, la demagogia). Así nos gusta vivir. <