Aseguró que el partido tiene más de una década sin funcionar y ahora han conformado directivas en 15 provincias, que están trabajando en los cantones y las parroquias, y que esperan reunir las primeras 100 mil firmas hasta la segunda semana de marzo para reinscribir a la organización.

Según comentó, uno de los grandes obstáculos para que se los reconociera como dirigentes del Partido Liberal estuvo en el Consejo Nacional Electoral. El organismo tenía registrados los nombres de cinco directores nacionales, por lo que debieron gestionar durante seis meses para que les dieran las claves del partido.

 

ED. El Partido Liberal ha perdido fuerza. ¿Cuál es la intención que tienen ustedes?

NC. En algún momento aquellos que llevaron al partido al fondo deben responder ante la historia. Nuestra intención es hacer un partido doctrinario, totalmente renovado. Llamamos especialmente a los jóvenes y a las mujeres, porque no ha habido en este país político más brillante que Alfaro.

 

ED. Para ustedes, ¿se compara el proceso de gobierno actual con la revolución de Eloy Alfaro?

NC.  No, son dos cosas diferentes. La revolución de Alfaro es de ideas, de lucha titánica, de mucho esfuerzos, en ella hubo algunos caídos y muertos. Esa sí fue una verdadera revolución que terminó con el martirologio de Alfaro. 

Lo que ha hecho el presidente Correa, en mi criterio personal, es rebelarse contra las ideas de un esquema caduco y vicioso en la estructura del Estado.

 

ED. ¿Creen que el gobierno tiene los mismos enemigos que tuvo Alfaro?

NC. Yo soy respetuoso en eso, pero Alfaro tuvo enemigos poderosísimos. La Iglesia lo declaró ateo, de todo. Hay una diferencia abismal. Además, Alfaro aceptó la crítica, fue respetuoso. Cuando llegó al poder dijo “perdón y olvido”.

 

ED.  ¿Quedaron truncados algunos procesos con la muerte de Alfaro?

NC. Por supuesto, quedaron muchísimos. Ahora hay que reconocer al presidente Correa que en el tema de las carreteras ha hecho una labor; ese puente que lo ofrecían todos los candidatos él lo cumplió. 

 

ED. ¿No temen que la manipulación de la imagen de Alfaro lo convierta en un mito antes que en un personaje histórico?