En la conmemoración de los 100 años del asesinato cruel del general Eloy Alfaro Delgado, creador de la educación laica, es inaceptable que el Presidente Correa amenace cerrar las universidades públicas y privadas del país, calificadas en categorías E que no pasen una nueva inspección impuesta por la “revolución ciudadana”, cuyas consecuencias traerá la fobia contra la cultura y lo programas de estudios superiores en las diferentes facultades, la investigación científica y nivel académico de los profesores que imparten su cátedra, aspecto este de matices tales que si no fuese por las catastróficas consecuencias que confrontan, daría cabida una glosa de ridiculización.

La fobia contra la educación media y superior es inconsistente. ¿Será una fobia contra las universidades ecuatorianas, como la demostrada contra El Universo y demás  medios de comunicación, mancillando la libertad de prensa; los médicos, maestros, estudiantes secundarios, universitarios, servidores públicos, entre otros? A nadie puede exigírsele cumplimientos de normas foráneas copiadas de regímenes totalitarios, cuando no se ha recibido los reglamentos e instructivos y beneficios previos. Para el inculto, la libertad de prensa y opiniones, las ciencias y las artes permanecen en la sombra, cual si no existiesen; pues, si hay algo escalonado y gradual es el conocimiento científico del mundo que llevamos en nosotros mismos y del que nos rodea. De ahí que la “revolución ciudadana” sin contenido de ideas, sin programa intelectual, degenere en revuelta y motín, en agresiones y desafueros en contra de los estudiantes aspirantes a ingresar a los centros de estudios superiores, que estarán limitados los cupos por la clasificación discriminatoria a la juventud estudiosa de incapaces y súper dotados, la falta de infraestructuras físicas y asignaciones presupuestarias educativas en escuelas, colegios y universidades en todo el país.
No es el momento de entrar en detalles, mas apelo a la gran masa de estudiantes secundarios, universitarios, profesores y profesionales a que atestigüe sobre esta proposición impuesta por la “revolución ciudadana”, y a que respondan si están satisfechos de sus conocimientos y capacidades intelectuales.
De aquí lo imperioso de vivir del pasado y del presente, y hasta la vanidad de hacerlo al haber  cursado mi formación académica  en la Universidad Técnica de Manabí, y mis hijos en la Universidad San Gregorio de Portoviejo, y  demás universidades del país, nobles instituciones educativas que han forjado el conocimiento académico de destacados profesionales que han contribuido al desarrollo y bienestar del pueblo ecuatoriano y manabita en particular.  <