Tal reconocimiento a mi labor periodística y literaria por el más elevado organismo intelectual ecuatoriano, en su núcleo de Portoviejo, no hace si no relievar el trabajo noble, cristalino y sencillo que a lo largo de mi vida he realizado tanto en la patria que me vió nacer y crecer, como en la que me acogió generosa y galante en mis años cuando ya mis sienes pintan el plata de la experiencia y madurez humanas.
Deseo dedicar este tan valioso homenaje al poeta olvidado, al escritor rezagado por esgrimir sus propias ideas cívicas, al que piensa y sueña y con su puño y letra resalta los valores humanos con los que la Divina Providencia los llenó. Los pueblos se engrandecen con las páginas de ilustres varones y preclaras mujeres que estamparon su sello indeleble en romanzas, plegarias y editoriales de fuste. El Ecuador burbujéa con titanes de alta alcurnia intelectual que nos distingue en el concierto internacional de pensadores.
Gracias a los miembros de la Honorable Casa de la Cultura que respaldaron en este afán a Dumar Iglesias Mata. Gracias a los amigos que quisieron brindarme el honor de ser un eslabón lejano de esta Institución a la que acompañé en su peregrinar desojando música y poesía por los campos y pueblos manabitas de la mano del entrañable amigo, Don Horacio Hidrovo Velázquez.<