Parecería difícil que los ecuatorianos nos encontremos con el progreso, entendido éste como un avance social que paulatinamente nos conduzca a un mejor vivir, sin sobresaltos angustiosos, que provocan crisis con pérdidas, que si son humanas, el daño es irreparable; lo material puede recuperarse.
Pocos días atrás el gran problema, más sentido en el litoral, en Manabí con intensidad, era la sequía; sus consecuencias para el sector agropecuario han sido muy duras; las primeras lluvias las amainan, pero se repetirán en el verano próximo. Las albarradas que podrían ayudar no fueron construidas en el estiaje y no se puede hacerlo durante el invierno. Hoy, con pocos aguaceros vienen las inundaciones, fuertes y arrasadoras, que han golpeado ya a Esmeraldas, los ríos, Guayas y El Oro, acompañadas con deslaves que destruyen viviendas y lo peor ya hay víctimas humanas. ¿Cómo evitar todo esto?, la respuesta es obvia: prevención planificada. Por eso se recibió con muchas esperanzas la formación de la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos (SNGR), que no la entendemos que vaya a buscar remediación a lo ya ocurrido, sino sobre todo, que lleve adelante la estructuración de un gran plan nacional, que con los estudios requeridos señale o focalice los lugares más críticos del país, proclives a sufrir tragedias y hacia allá vayan sus acciones de prevención con medidas y obras acertadas. Lógicamente que la SNGR debe tener recursos fiscales suficientes para esto y la colaboración en todos los niveles administrativos del Estado, Gobierno Central y los Gobiernos Autónomos Descentralizados, como lo releva el COOTAD, para coordinar disposiciones legales y acciones valederas que tienen que ser soportes en lo preventivo, ejemplos: no se puede construir en cerros deleznables, más allá de la cota tal (caso de Portoviejo), no puede haber asentamientos de viviendas en cauce de ríos secos o muy cercanos a la cota de crecientes, y peor hasta donde llegan las altas mareas oceánicas; urbanizaciones en lugares que fueron ciénagas y que se venden sin rellenos requeridos y servicios de drenajes y canalizaciones suficientes; igual señalar la altura que debe tener sobre el suelo la primera planta; asentamientos espontáneos donde en caso de un incendio no puede entrar un carro de Bomberos, puentes mal ubicados, o edificios urbanos sin técnicas antisísmicas, o lugares de espectáculo sin vía de escape apropiadas; en lo ecológico, se sigue talando árboles que son diques naturales de deslaves y riadas.
Esta gran planificación es urgente, decisiva, evitará dolor, duelos y gastos emergentes, que bien pueden usarse para construir las obras preventivas con estudios apropiados que más el sentido común bien utilizado, nos libre de vivir de emergencia en emergencia.
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