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Alfredo Cevallos Palma
Alfredo Cevallos Palma
Por: Galo Barcia

Viernes 20 Enero 2012 | 00:00

Me remonto a esos días hermosos y libres del colegio Cristo Rey. Entonces, principiantes de todo, y recién asomándonos a la vida, el alma tímida ensayaba su vuelo por los encantos mágicos de aquellos años maravillosos. Yo debí graduarme con la Sexta Promoción de Bachilleres, y Alfredo si lo hizo con la Cuarta; y aunque de hecho era algo mayor que nosotros, en ese tiempo la población del Cristo Rey era escasa y todos nos conocíamos. De tal manera que muy pronto "el morado" Cevallos, por su forma de ser, por su imaginación vivaz, por su vocación innata por la amistad sincera, por su locuacidad, por los sobrenombres que chantaba a cualquiera, era uno de los estudiantes conocidos del colegio.

Y creo que desde esos lejanos tiempos nunca perdimos el rastro, porque siempre   nos encontrábamos en el brindis de un aguardiente, o comentando algún libro que él o yo hubiéramos leído. O sobre un nuevo poema de su inspiración o de la mía. 
Siempre decente , honorable, atinado para juzgar; nunca lo escuché proferir alguna expresión peyorativa para nadie. Por el contrario, era un hombre que creía en el destino de la vocación literaria y sentía profundo respeto por quienes alcanzaban esa azul cima. 
A  mi, al menos, siempre me sorprendió la fiesta que ponía en su palabra, con esas chanzas originales extraídas de su dilatada imaginación, como en aquella vez - y hace ya muchos años – que, reunidos un grupo de amigos, llegó  a contarnos que un señor había encontrado a una estudiante de un colegio de la ciudad, muerta, a la orilla del río, y que nadie sabía de quién se trataba... Pero, siguió él, aumentando la curiosidad y la intriga de todos, cuando dijo: "sin embargo, en uno de sus bolsillos tenía un papelito escrito". Y todos los presentes unánimemente preguntamos: " y qué decía el papel"?. Y él, muy orondo y reconociendo que hacía feliz a los demás, dijo: "hasta aquí te trajo el río". 
De hecho, nunca lo vi triste, ni enojado. A lo mejor guardaba dramas para nosotros desconocidos, que él sabía disfrazar con su encanto personal,  la sinceridad indudable de su actos,  la bondad de su corazón, y esa sencillez cautivante que delataba en silencio su buena procedencia y la calidad de su estirpe. 
Cuando publicó su primer libro de poemas escribí sobre él y siempre me referí con más aplicación a sus relatos, por la fantasía e imaginación que imprimió en ellos. Nadie me da  razón de lo que le ocurrió. Si estaba enfermo o se enfermó de pronto... Lo cierto es que Alfredo Cevallos Palma - más que poeta, amigo, y más que amigo, hermano - se murió con la juventud con que mueren los poetas... A  sus familiares, mis condolencias sinceras...<
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