Un mes en que ciertos docentes por primera vez conocerán a los padres de familia de aquellos estudiantes que no alcanzaron los puntajes para ser promocionados, iniciándose ese tormentoso período de acusaciones mutuas: padres que esgrimen que nunca fueron citados al colegio, que tanto el  Código de la Niñez y de la Adolescencia  como la Constitución no permiten la pérdida de año y muchas falacias más a fin de conseguir que se acceda a subir los puntos necesarios para que pase de año y docentes que olvidaron llevar el debido seguimiento académico de sus estudiantes para justificar las pérdidas de año.

Un mes en que debe evaluarse de una forma muy seria el cumplimiento de los perfiles de salida de los estudiantes, para de aquí establecer las nuevas planificaciones curriculares, las que deberán tomar en cuenta esos contenidos que no fueron tratados y desde luego las habilidades, destrezas y competencias mal desarrolladas. 

Es el mes en que los supervisores de educación deberán presentar un informe a la autoridad competente de los resultados de la acción educativa en su zona (circuito) y el plan de acción para solucionar los problemas existentes en las instituciones educativas.

De igual forma es el mes en que los padres de familia deberán organizar esos largos días de sus hijos dentro del hogar: ¿Dónde los dejan? ¿En qué actividades los involucran? ¿Qué cursos son los más aconsejados para que pasen parte del tiempo en un nuevo aprendizaje o que fortalezcan los que ya han adquirido o superen las deficiencias que vienen acarreando por la poca exigencia de quienes están obligados a controlar su actividad escolar?

Vacaciones que para muchos padres de familia se vuelve en un campo de batalla con hijos que no obedecen, que convierten a la casa en un hotel, que no colaboran en nada, que aumentan los gastos por el consumo excesivo de comida,  luz, agua, teléfono, de salidas al cine, a la playa, a las fiestas con los amigos; unas vacaciones que terminan por ser un infierno para los unos y un paraíso para los otros.