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NAVIDAD
NAVIDAD
Por: Eduardo Brito Mieles

Jueves 15 Diciembre 2011 | 00:00

El significado de Navidad es cuestión de fe y convicción. Un sentimiento del alma sobre una realidad que perdura por más de 2.000 años. La Natividad de Cristo, como Dios hecho Hombre, sigue siendo el espejo histórico y cultural de nuestras vidas en el mundo occidental, que a mi juicio, es hoy más creyente, básicamente por la demagogia, mentiras y engaños habituales de la mayoría de líderes que rigen los destinos de la Humanidad, creyéndose pequeños dioses terrenales y dominadores de todas las ciencias, para prescindir de Dios en sus decisiones soberanas, basadas en el caudal de su personal sabiduría y virtudes mundanas. Sin embargo, los no creyentes o agnósticos de ayer, los de hoy y los de mañana, más temprano que tarde terminan doblegados ante Dios, vencidos en su autosuficiencia racional y agnosticismo. Mueren reconociendo a Dios.


Al respecto, siempre recuerdo como ejemplo, el hecho real de que entre los heridos graves en las guerras, la estadística no registra ateos, porque ante el dolor, y en trance de muerte, quienes luchan en la guerra, imploran a Dios su ayuda misericordiosa de protección y salvación. En los campos de batalla nadie se atreve a decir “yo no creo en Dios”. Por el contrario, en las guerras y en el mundo político social de la Humanidad doliente, que padece persecución, atropello, injusticia y sufrimiento, todos, sin excepción buscamos a Dios.
Regreso al tema Navidad y digo que, a los ojos de la fe y al amparo de su simbolismo de amor y solidaridad fraterna, llega hasta el perdón, la Natividad de Cristo es el hecho más fascinante de la historia Humana. Un camino que permite acceder a Dios para conocer su valor e influencia en nuestras vidas. También para despertar aquella fascinación por la historia y filosofía de las religiones y la búsqueda del Dios de nuestra intimidad, como Cristo, personaje sobre el cual Jack Miles dice que, “más que una palabra doméstica de occidente, Cristo es un miembro virtual de la familia occidental”.
En Navidad y otros días de recogimiento espiritual, se vuelve chata la crítica de los escritores incrédulos o ateos, considerando a la religión y a la fe como literatura, escape al mundo irreal de ficciones o como fruto de limitación intelectual de la gente sencilla y sin cultura. Por el contrario, la fe y la creencia no basadas en argumentos racionales, iluminan y equilibran el pensamiento, la inteligencia y la acción para obrar con rectitud, honradez y respeto a los demás. Así, la Noche Buena y el alumbramiento divino en el Pesebre santo de Belén, unen las bellezas del cielo y de la tierra por el poder omnipotente, creativo y curativo de Dios. Por todo lo dicho, Navidad es un poema. Un madrigal con su esencia de amor, sana frescura, pureza, transparencia, olor a vida, alegría y ternuras.<

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